Ubicado en la zona oeste de Rosario, por el Bv Avellaneda, este cementerio es una gran opción no sólo para todo los que disienten de la fe católica, sino más aún para quienes piensan que un paraíso de paz debería ser lo más cercano a este lugar. La entrada posee una imponente fachada con columnas neoclásicas modernas que impactan por su presencia y las paredes que cubren el cementerio están plagadas de leyendas que dicen que está prohibido fijar carteles allí. Una vez atravesada la puerta principal, nos encontramos con un sendero del medio que nos dirige hasta la Capilla del cementerio. Luego este camino continúa por media cuadra más. La extensión del cementerio cubre una cuadra a lo largo y a lo ancho; y si uno no está habituado a este espacio, de seguro se pierde, como me pasó a mí. De todos modos, fue un perderme interesante, ya que logré descubrir la increíble naturaleza que brinda este lugar: árboles frutales de todo tipo, limoneros(debe haber más de 15), naranjos, árboles de mandarina, pomelos amarillos y rosados. Pregunté a algunos chicos que estaban trabajando ahí si podía agarrar alguna fruta de los árboles y me dijeron que para eso estaban. Además, todo absolutamente prolijo, el pasto cortado a la perfección y los senderos(hay tres) muy limpios. Realmente, entre estas delicias frutales, la gran variedad de rosas y flores de todo tipo, árboles plagado de colores y las impactantes esculturas en tamaño real tanto de personas como de ángeles u otros personajes bíblicos o vaya a saber una de qué religión, y la antigüedad de algunos nombres, observé una tumba de un hombre con nombre inglés(la mayoría de los más antiguos son protestantes) que era de 1860. Me impactó la distancia. Es un cementerio atípico para la ciudad de Rosario. No digo un lugar de paseo obligado, pero sí un lugar que no mete miedo como el resto de los terroríficos cementerios de edificios o panteones cerrados.