Este pequeño restaurante lo descubrí por casualidad mientras realizaba un curso por la zona. Era sábado mediodía y era la única comensal. Hace muy poco que han abierto el local y el ambiente es acogedor, sencillo pero decorado con un gusto en donde combinan el blanco y el negro de las mesas y sillas con el pequeño contraste del rojo de las servilletas. Es la típica cocina de casa… esa en la que las patatas aun se cortan a mano, que el pollo se asa como si fuera en casa y el alioli se compone de ajo, huevo y aceite… vamos … una delicia! Yo cogí medio menú(salió por menos de 8 euros). Había opción de tres primeros, tres segundos y postre pero yo estaba limitada por el tema de intolerancias. Tengo que destacar la amabilidad de los dueños… la chica encargada se preocupó por todos los detalles transmitiéndole a la cocina todas las cosas a tener en cuenta(no estaban puestos en el tema y me hicieron mil preguntas para aprender de ello). La pechuga de pollo era enorme! pese a que ellos mismos me dijeron que solía ser un poco más pequeña. La hicieron a la brasa y ellos mismos me recomendaron volverse a llevar el plato porque creían que estaba poco echa aún…(como así fue pero se lo perdono). Si vuelvo por la zona investigaré más ya que junto con Cornelia son dos lugares a tener en cuenta para comer … bueno, bonito y barato! Tienen opción de carta pese a que yo ni siquiera le eché un ojo.