Bar de barrio al que seguramente no habría entrado si no me hubieran dicho lo bien que se come. Dueños muy atentos y amables. Pedimos ensaladilla rusa, un barrejat de berberechos y almejas; pulpo(riquísimo, del de verdad, del que te puedes comer en Galicia) y lacón(espectacular). Más una montaña de pa amb tomàquet y un albariño frío muy bueno y agua grande. De postre tarta helada de orujo y dos cremas de orujo. Todo eso nos costó 48 € para 4 personas. He de decir que las raciones son generosas y que el trato fue muy familiar. Ahora que sé la joyita que tengo al lado de casa, volveré. No esperéis un local moderno o mobiliario a la última, pero sí un bar muy limpio y de los de toda la vida.