Dicen que aquí se hacen intercambios, para ponerlo bonito. Lo que aquí se palpa son los efectos de la crisis y alguna que otra separación matrimonial con desvalije de piso entero. El resultado es que puedes encontrar cualquier cosa, todo lo que te imagines y más, de segunda mano y bien de precio. Si tienes claro lo que necesitas ve al grano, porque puedes perder la tarde curiosenado cacharros absurdos pero curiosos. Y también puedes dejar alguno tuyo, por supuesto: yo me deshice de un reloj de pared horrible que me trajeron de suiza y encima me saqué un dinerito. ¡Cucut!
Eugenia T.
Évaluation du lieu : 3 Barcelona
La Trocante, que actualmente ha modernizado su nombre o globalizado, no sé, se llama IDepo Cash. Tal y como su nombre indica es una tienda, o almacén, por su función y tamaño considerable(1.300 metros cuadrados), es un sitio donde tú dejas una cosa que ya no quieres o que odias porque te regaló el cretino de tu ex novio, y la pones a la venta. Luego llega otro día el cliente potencial y va y lo compra. Y los dos contentos, tu por sacártelo de encima y él porque hacía años que soñaba con un teléfono rojo. Perdón, los dos contentos no, los tres, ya que los del lugar también se ganan una comisión, evidentemente. Lo que provoca que a veces los precios sean un poco exagerados. Puedes encontrar alguna ganga, por lo general, parece el palacio del mal gusto.
Marta M.
Évaluation du lieu : 4 Barcelona
Este negocio tiene un nombre evocador, muy marché aux puçes que desde luego indica a la perfección lo que se puede encontrar en este enorme local de dos plantas. La Trocante es un comercio especializado en el trueque de muebles, menaje del hogar, electrónica, ropa, accesorios y todo tipo de objetos que se amontonan a lo largo y ancho de la superficie de la tienda. Pasear por aquí es como entrar en un mercadillo caótico, desordenado y agobiante pero lleno de pequeños detalles y muchos tesoros por descubrir. Si uno se decide por ir a La Trocante en vistas de decorar su casas lejos del diseño sueco para las masas deberá armarse de paciencia, respirar hondo y sumergirse entre antiguallas más o menos útiles, electrodoméstico que piden una segunda oportunidad y fruslerías varias. Seguro que al final, se encuentra lo que se busca. Y la experiencia merece la pena. Ojo con ir al mediodía: el lugar está cerrado.