La verdad es que me ha sorprendido gratamente… un restaurante italiano en el barrio regentado por un verdadero italiano… El trato, genial. En mi caso al decirle que era intolerante a varias cosas estuvo rebuscando para poderme ofrecer algo de picar que no me hiciera daño ya que suelen poner focaccia y parmesano en las mesas para que vayas picando mientras esperas(el queso de donde sacan los trozos es enorme). Tienen variedad de pizzas, ensaladas, risottos y platos de carne con lo que la variedad para escoger es amplia. El trato en todo momento estupendo… la verdad es que es una pena no haber podido catar los postres pero el limoncelo final… me dejó un gran sabor de boca a buen precio ya que dos personas con un buen vino(como él dice nada de lambruscos sino un buen vino italiano) subió a 33 euros toda la cuenta. No tardaré en volver!