ING Direct

No voy mucho a entidades bancarias. Es lo que tiene ser más pobre que las ratas, y que mis fondos de inversión y mis acciones están en mi imaginación. Pero tampoco vivo de ilusión, y el dinero que mensualmente, y esperemos que esto no cambie, recibo por mi trabajo va a la cuenta que tengo en este banco.
Me gusta este banco, porque a diferencia de otros, dan imagen, y digo imagen, de ser muy transparentes, no te cobran cientos de comisiones hasta por escribirles un correo solicitándoles algo. Yo solo les pido que me guardéis el dinero, que bastante se enriquecn con los intereses que generan, pero que no me pidan nada a cambio tampoco.
Además, casi todas las operaciones que hago suelen ser via internet, pero tiene la peculiaridad de que en esta sucursal, de las pocas que tienen, hay varios cajeros en los cuales puedes ingresar o sacar dinero sin necesidad de usar la tarjeta como en otros, por lo que te evitas el llevarla encima o si en un momento dado no la llevas encima poder sacar dinero si problemas.

Soy cliente de ING Direct desde hace muchos, muchísimos años. Antes he estado en otros bancos, y la verdad es que nunca jamás me he sentido tan bien tratado como en este, eso por no comentar que JAMÁS he tenido ningún problema. No puedo decir lo mismo de Caja Madrid, ahora Bankia, que me desfalcó una buena mordida con una cuenta que tuve que abrirme para el carnet de la Universidad y para la que me mandaron sendas tarjetas que jamás llegaron a mi casa, pero por las que me cobraban su correspondiente coste de 18 € al año.
Hace no mucho, ING decidió abrir algunas oficinas en la capital, y esta es la que más cerca me queda de casa. Tenía que ingresar un cheque (qué antiguo todo) por una cantidad de dinero ínfima, pero no quería que se lo quedase la aerolínea que me había tenido que indemnizar. Así que me acerqué aquí. Lo primero es que te recibe una persona y te pregunta «¿En qué le puedo ayudar hoy?». Es una tontería y una frase de marketing estudiadísima, pero mira, no la dicen en ningún otro banco.
No había cola para nada, pero sí que estaban todos los puestos ocupados, así que me pidieron que me sentase un momento, me preguntaron mi nombre, me senté, y cogí una de las pequeñas botellas de agua que tienen gratis dentro de una neverita, porque hacía un calor horrible en la calle. Sí, sí, un detalle como darle una botellita de agua a un cliente me parece una campaña de marketing estupenda.
A los segundos, se acercó a mí un chico, vestido elegante pero informal y me dijo «Señor Rodríguez, si me acompaña, por favor…». Ahí ya me sentía yo súper importante. Hicimos el trámite en dos minutos, me preguntó si me podía ayudar en algo más, hicimos dos transacciones más (ya que estaba) y en tiempo récord estaba fuera. Esto es lo que un banco debería ser, la verdad.