Glorieta de Bécquer

Hubiera sido un crimen que Bécquer no tuviera un monumento en esta ciudad que tanta pleitesía le rinde. Es un lugar emblemático en el que a todo el mundo le gusta hacerse fotos, aunque no todos sepan a qué se deben tales figuras ni hayan leído nada en condiciones del poeta. Sí, a lo mejor sueno un poco gruñona, pero es que no puedo evitar pensar eso cuando paso a su lado y veo a un puñado de crías poniendo morritos para el Tuenti…
Lo cierto es que, quizás, Bécquer se merecía una mejor ubicación para su monumento. Sin salir del parque de María Luisa, claro está (qué mejor emplazamiento que ése, y qué mejor muestra de lo cercano que está al corazón de la ciudad), pero tal vez en un punto más visible… Aunque debo reconocer que algo sí me gusta mucho: la lobreguez que lo envuelve, tal como fue su obra y, por supuesto, su vida. ¿Sería algo premeditado? Si alguien lo sabe, estaré encantada de que me informe :).

En el Parque de María Luisa de Sevilla hay un espacio muy singular que concentra, por sí solo, la esencia misma del romanticismo. Es un lugar mágico y envuelto con un halo de ensueño, por el que uno pasa y no puede evitar oír una vocecilla, íntima y cercana, que le susurra al oído:
«Asomaba a su ojos una lágrima…». «Saeta que voladora cruza, arrojada al azar…». «No digáis que agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira…, mientras sintamos que se alegra el alma sin que los labios rían…».
Y, sin quererlo, sin poder resistirse, uno se acerca a ese monumento de mármol acompañado de bronce, que reside ahí desde principios del siglo pasado, gracias a la iniciativa de los hermanos Álvarez Quintero. Y entonces se encuentra ese busto del poeta, sobre un pedestal, acompañado por tres figuras femeninas sedentes (realizadas de una sola pieza), que representan el «amor ilusionado», el «amor poseído» y el «amor perdido», presentes en la rima «El amor que pasa».
Y aunque contemplarlo así es maravilloso, no lo sería tanto de no ser por el árbol que corona la creación, un ciprés de los pantanos que impresiona, majestuoso y de follaje elegante. Sus colores: verde claro en primavera, amarillo ocre en verano y rojizo en otoño, parece acompañar la gama de sentimientos por los que uno pasa cuando está sentado frente a este conjunto.
Sin duda, un espacio único en la ciudad para todos los enamorados, ya sea de alguien, de la naturaleza, de la vida o de la poesía…