Jardins de Monforte

Un sitio genial donde ir a pasar una tarde en familia, desde luego. Una bolsa con picnic, buscar una buena sombra, sacar los juguetes, pelotas, etc que los niños hayan echado en la mochila y a disfrutar.
Está muy bien situado en el centro de la ciudad y no suele estar muy masificado ya que la cercanía del río también es atractiva para mucha gente.

Los Jardines de Monforte se encuentran en la calle Monforte, muy cerca de La Alameda y de los Jardines del Real.
El trazado de este jardín es de corte neoclásico, treinta y tres estautas de mármol lo adornan. la serie de estanques y surtidores, detalles arquitectónicos y el mismo pabellón de descanso justifican plenamente su condición oficial de «jardín artístico», declarado como tal por decreto de 30 de mayo de 1941.
El Marqués de San Juan encargó al arquitecto valenciano Don Monleón Estellés la construcción del Jardín. En 1872, al morir el Marqués, pasa a su esposa, que lo deja en herencia a una de sus sobrinas Doña Josefa Sancho Cortés. El matrimonio de ésta con Don Joaquín Monforte Parrés, provoca que desde ese momento se le denomine Jardín de Monforte.
El año 1941 es declarado «Jardín Artístico Nacional», quedando bajo protección del Estado. Posteriormente, en 1970, pasa a propiedad municipal, restaurándose y abriéndose al público en 1973, tras la rehabilitación del Palacete y del trazado artístico neoclásico del jardín.
De este jardín se ha dicho que el «último jardín histórico-​artístico del siglo XIX que queda en la ciudad de Valencia».
En 1969 el Palacio de Ripalda, que cobijaba estos preciosos jardines fue derruido y, en su lugar, se construyó el edificio que popularmente se conoce como «La Pagoda»

Me encanta este pequeño oasis verde en medio de la ciudad. Pasa un poco desapercibido, eso es cierto, y para eso están nuestras reseñas, porque no os lo podéis perder ¡es delito! Resulta que yo iba al cole cerca de aquí de pequeña y de hecho mis tíos siguen viviendo al lado, por eso acostumbrábamos ir después de las clases con mi primo a jugar allí y a comer la merienda. Después, con los años, se convirtió en lugar de reuniones de amigas, de paseos y encuentros adolescentes e incluso de tareas escolares, ya que en una ocasión tuvimos que dibujar (para clase de dibujo técnico) una fuente muy bonita que hay en el interior del parque.
Nada más entrar, a la derecha, hay un túnel hecho de plantas trepadoras y con banquitos en su interior. Un lugar maravilloso para ir a charlar, leer o simplemente a desconectar. Si sales de allí y sigues paseando, encontrarás una fuente muy bonita, rosaledas, árboles frondosos y bien cuidados, sombras apetecibles y frescas, el sonido de los pajarillos ¿por qué no se multiplicarán estos lugares como las moscas?
En la puerta que da al colegio Esclavas (porque tiene varias entradas), hay un edificio del ayuntamiento en el que se celebran bodas civiles y otros actos importantes. Tuve la ocasión de ir a cantar allí a la salida de una boda civil y el entorno era muy tranquilo y bonito, la verdad, además puedes aprovechar después para hacerte fotos (que aunque no quieras, te las harás) en sus preiosos jardines. Creo que merece mucho la pena y lo recomiendo muchísimo para este tipo de eventos.
También recuerdo la existencia de varios estanques en los que ranas y plantas acuáticas convivían felices en su hábitat perfecto, así como fuentes y obras escultóricas varias. Desde luego, un lugar precioso y bien cuidado que no te puedes perder. De hecho, se me está antojando un paseo por allí en plan arrebato romántico.
Un consejo: mira bien los horarios porque sería una pena acercarse y que estuviera cerrado.

Casi escondidos al público, casi ignorados por las guías de turismo y rodeados por altos muros de piedra, podemos encontrar estos bellos jardines de estilo neoclásico. Tan cerca están de sus vecinos los Jardines de Viveros, que mucha gente se olvida de ellos. Pues a los que se olvidan de estos jardines les digo ¡No sabéis lo que os perdéis!
Estos jardines son obra del arquitecto valenciano Sebastián Monleón Estellés, autor de nuestra plaza de toros. Su origen se remonta a 1849, aunque debe su nombre actual a D. Joaquín Monforte Parrés, marido de la sobrina del Marqués de San Juan y anterior propietario de los jardines.
En ellos puedes encontrar 33 estatuas de mármol, estanques con esculturas réplicas a algunas otras famosas, como la escultura de un niño cabalgando sobre un cisne idéntica a la del palacio del Marqués de Dos Aguas, o dos leones de mármol diseñadas inicialmente para adornar la escalinata del Congreso de los Diputados en Madrid, pero que nunca llegaron a colocarse porque eran muy pequeños para dicho edificio. También puedes encontrarte un estanque de más de 20 m de diámetro, adornado con nenúfares y surtidores de agua y cuya forma recuerda al nenúfar. Y por qué no rodearte de 8 bustos que representan a filósofos, escritores o poetas y que invitan a la lectura de un buen libro. ¿Y si te dejas seducir por su gran cantidad de flores o por la frondosidad de muchas de sus plantas?
Y no solo puedes pasear o relajarte en este bello jardín de vistosos colores. Incluso puedes organizar tu boda civil en el palacete del mismo nombre, mezcla de estilo rococó y francés, situado en su interior y que originalmente era el único punto de acceso al jardín y cuyo adorno floral se encarga el Ayuntamiento. Así luego no tendrás que desplazarte lejos para hacerte el reportaje fotográfico y seguro que estaréis mucho más tranquilos. Y además, garantizarás que las flores de la entrada correrán al cargo del Ayuntamiento y siempre serán de temporada.
Lo dicho: Aunque de tamaño inferior a otros jardines más famosos de la ciudad, a mí me parecen mucho más bonitos y románticos que sus hermanos mayores.

Creo que conocí estos jardines antes que los de Viveros y desde el primer momento me quedé encandilada y sorprendida de pensar que alguna vez este fue el jardincito privado de alguien. Qué bonito, por favor. Comparado con otros jardines en ciudad no es que sea muy grande, pero cada rincón es especial.
Me encanta la pasarela que tiene, llena de plantas que lo cubren todo y es casi imposible ver el cielo cuando pasas por debajo. Hay banquitos por todo el parque y es un sitio perfecto para merendar o leer tranquilamente.
Un detalle que me hace gracia, es un viejo árbol torcido que está en la parte trasera del parque y que no han conseguido enderezar, y que por no cortarlo, está incrustándose en el muro. Eso no hay quien lo pare.
De vez en cuando se pierde algún dominguero pintor, que se deja caer por el jardín, cargado de bártulos para pasarse la mañana mirando una flor. La gente suele acorralarlo y le incordian sumidos por la curiosidad. Sin duda es una escena bastante pintoresca.

Un jardín hecho para el disfrute de sus dueños. Así es como es este jardín y para lo que se hizo en su día.
De tipo afrancesado, pero mucho más abigarrado, con sus laberintos, sus zonas de descanso, sus túneles…un jardín lleno de rincones para descansar, leer, meditar, escuchar el agua e incluso jugar al escondite. Escenario ideal para hacer alguna escena de Shakespeare o Calderón, se me ocurre. Jugar.
Me recuerda en cierta manera a Los jardines del Moro, en Madrid o al Camen de Los Mártires, en Granada, entre otras cosas por el ambiente y el silencio que se respira en sus rincones.
Puede ser un poco agobiante el tema de las fotos de novios, es uno de esos lugares donde se hacen el reportaje fotográfico mucha gente.

A muchos nos habrá pasado lo de llegar al Jardín de Monforte sin conocerlo y exclamar: «¿Esto lo tenemos en Valencia?» Por razones inexcrutables, este parque parece poco conocido, pero es mejor así: su poco tránsito acrecienta su encanto y funciona (excepto si te pillas alguna sesión de fotos de bodas) como pacífico oasis en la ciudad (paradoja: en los últimos años es tema conflictivo en el Ayuntamiento).
Se trata de un jardín neoclásico del siglo XIX con todo lo que necesitarían Flaubert o Austen para ambientar un enredo o una tragedia: el palacete (que fuera «pabellón de recreo» para un barón, qué bien se lo montaban algunos); los setos laberínticos; el estanque y sus nenúfares; las envejecidas estatuas de dioses, niños y animales; árboles que parecen sabios ancianos, como magnolios, laureles y ginkgos; y su delicioso umbráculo, en cuyos bancos hasta el más cínico de los solteros deseará unos besos tiernos bajo el emparrado.

Este lugar no es para niños. Mejor resérvalo como escenario para una velada romántica que tengas a la vista.
Bueno, pido disculpas si he dado una visión un poco «triple equis» con este comentario. Nada más lejos. Es simplemente que se trata de un lugar para admirar algunas de las hermosas estatuas allí presentes, la preciosa decoración jardinera imitando a la plena naturaleza en muchas cosas (esas especies de senderos irregulares y empinados llenos de vegetación, como si de una montaña se tratara; esos puentes colgantes de madera para pasar de un lado a otro de la «montaña», esas aguas imitando ríos…), y hasta hay una especie de verja antigua ubicada en una pared de piedras, cuyo interior nos hace evocar los calabozos presentes en algunos cuentos mágicos sobre bosques…
Pero todo, todo es natural. Hasta el suelo es todo de arena y piedras; casi no hay aceras.
Y, por supuesto, no hay parque infantil.
Es todo un lugar puramente artístico y un homenaje a la naturaleza y a su belleza; es un lugar para sentirlo e interpretarlo con el corazón. Es un lugar que no puedes dejar de relacionarlo con el romanticismo, y por ello siempre te va a parecer un sitio ideal para compartir algunos preciosos momentos con esa persona especial, tal y como he dicho antes.
Por eso digo que no es para niños. Un niño quiere jugar, como es lógico y normal. ¡Pero con los Jardines de Monforte no se juega!