«Sanatorio Psiquiátrico Provincial» es el rótulo que aún a día de hoy te da la bienvenida a este parque multiusos. Y es que, además de su zona de columpios, su pistas de petanca y sus jardines, este parque alberga en su interior un ambulatorio, la parroquia de Santa María y varios edificios de oficinas de la Generalitat. Pero lo más llamativo sigue siendo su función pasada, la que le da el nombre que todos usan para referirse a él: el Manicomio. Parte de la historia del barrio es la antigüedad del centro, que se llega a llamar en su placa conmemorativa«el primer hospital psiquiátrico del mundo», así como la polémica que se desató alrededor las cuestionables condiciones que se les dio en los últimos años a los internos. A pesar de cesar su función por completo en 1989, no fue hasta unos diez años después cuando se reformó lo que era el antiguo edificio de oficinas y habitaciones, con lo cual llegamos a jugar alrededor de sus ruinas y en su patio trasero, imaginando que de un momento a otro algún un loco zombie nos perseguiría en busca de un cerebro fresco y sano. Por alguna razón en la primera de sus reformas decidieron que era buena idea cubrir los suelos del parque con una especie de gotelé de cemento, por otra parte muy útil para aprender a montar en bici casi instantáneamente si no querías morir desangrado en el intento. También me he dado abrazos y tortazos, jugado al fútbol hasta que no se veía, enterrado difuntas mascotas a los pies de sus árboles, descansado de las mañana de mercadillo y bebido desde mis últimos biberones hasta mis primeras litronas. Ahora, sigo yendo periódicamente a causa del único edificio médico que queda del famoso Padre Jofré: el ambulatorio. Como dato curioso, es uno de los parques que tienen horario de apertura, pues todo su perímetro está rodeado de un muro de ladrillo, sin embargo, no cierran todas las puertas.