Rosa

A pesar de la imposición de los supermercados como fuente principal de la compra diaria, hay ciertas cosas que mi madre reniega de dejar a manos de Hacendado. Una de ellas es el pescado y la responsable es Rosa, hija de Carmen, que fue la que daba en años anteriores nombre a este comercio de barrio.
Cada jueves en mi casa se come pescado sí o sí –a menos que mi hermano o yo huyamos con alguna excusa de reuniones universitarias– y esa misma mañana mi madre se va a la tienda de Rosa a por el mejor pescado.
La tienda lleva abierta desde que tengo memoria y, más que con mi madre, recuerdo ir con mi abuela y pasar de ir a por un par de lenguados a tirarnos toda la santa mañana en la pescadería. Y es que es uno de esos lugares en que lo tradicional se respira y, sobre todo las abuelas parroquianas, se sentirían decepcionadas si la vendedora no les diera más conversación que lo correspondiente a su compra. Tanto es así, que la propia dueña siempre tiene puestas algunas sillas para que las señoras, mientras esperan su turno o incluso cuando ya se les ha pasado, se monten una buena tertulia. Y es que Rosa tiene el pescado más fresco del barrio, y sus clientas, los más frescos cotilleos.