Soloabogados

Mi prima trabaja ahí, así que no puedo decir nada malo de ellos. Menos mal, porque tampoco tenía nada malo que decir.
Yo de leyes no entiendo, pero como mi prima tuvo el buen juicio de estudiar derecho, en casa nunca falta un consejo de abogado cuando lo necesitas.
Conozco el despacho porque estuve un día de visita. Todo por esta zona es bonito y destila lujo y careza por todos los rincones. En los despachos de abogados también. En este además, se deja ver el buen gusto en la decoración. Ocupa dos pisos, uno en cada planta de uno de los edificios de viviendas que ahora son oficinas, en la calle Marqués de Dos Aguas. Osea que, si cuando entras, te permites aislar un poco el motivo por el que estás allí, desde el lado humano y sobre todo el femenino piensas «yo quiero vivir aquí».
En el bajo está la zona de acción: libros, estanterías, la mesa de recepción. A la derecha, una empinada escalera metálica sube a una pequeña sala de juntas, donde se celebran pequeñas reuniones de asesoramiento en temas como, por ejemplo la constitución de empresas. A través de una barandilla, el reunido curioso puede ver también lo que está pasando abajo. Como la decoración es elegante, con buen gusto pero buscando algo familiar y humano, es fácil que, sea cual sea la circunstancia que te ha llevado allí, enseguida puedas sentirte cómodo, casi como en casa. En eso también ayudan cosas como el trato humano. Cuando estuve yo, las bromas de Jose hicieron que el hielo se rompiera enseguida y fue más fácil avanzar.
Cuando terminamos, mi vértigo y yo no veíamos el momento de desmayarnos antes de bajar por las mismas escaleras. Como si además de leer mi pensamiento, fuera capaz de hacer realidad mis deseos, Jose abrió una puerta, tras la cual hizo aparecer el rellano y el camino directo al ascensor.
«No hay que tener miedo. Hay soluciones para todo»
Se lo agradecí enormemente y atravesé la puerta mágica antes de que desapareciera y me tocara bajar de verdad por las otras escaleras.