Es una maldición no hacer agusto en ningún otro baño que el propio. Es inevitable que si uno anda de compras por el centro –cosa que por lo general consume varias horas del día– de un momento a otro nos den ganas de cagar. Entonces empieza el sudor corriendo por la frente, el mal humor y la desesperación. Por donde quiera aparecen baños públicos con el letrero WC. Veo un mundo de gente entrar y salir y me digo. Mejor me aguanto, si alcanzo a llegar a casa. !Pero no! En lo más hondo de mi ser se que no lo haré que aquello se escapará en cualquier momento o en todo caso subirá hasta mi cabeza haciendo que se me ocurran ideas de mierda. Por fortuna existe un paraíso. Un oasis de esperanza en este lugar ubicado en Izazaga, muy cerca del metro Salto del Agua y del Hotel Virreyes. Al entrar me dirigí al interior de un pasillo largo luego de pagar mi cuota y recibir a cambio la cantidad justa y necesaria de papel de baño. Para mi sorpresa el lugar lucía impecable, pulcro. Lo mejor de todo es que parecía no haber sido mancillado por una horda de gente que contenta su hambre con tacos de canasta y quesadillas en la calle. Pulcro, cristalino, solitario. Hice tan agusto como en ningún otro lugar del centro. Sin perturbaciones, con tiempo suficiente para pensar y reflexionar sobre la vida y lavarme las manos con agua y jabón. Ve el mapita y si andas con ganas y por el rumbo no dudes en ir. Dice Tecnocel en la parte de arriba y venden cosas propias de cualquier puesto callejero afuera del metro. Ahí es.