Nada sorprendente. Y miren que la comida brasileña lo amerita, por supuesto! El restaurante, en sí, lo elegimos por su apariencia: un salón colorido, divertido, con música alegre(algunos días tienen toquín en vivo), una iluminación interesante… Vaya, toda la pinta de valer la pena, pero no! Tampoco digo que fue lo peor, pero una ves que te sientas, puedes ver tardíamente que la carta es muy reducida, y nada sugestiva. Las pocas opciones de alimentos son aburridos, las bebidas muy estándar y el servicio algo lento. El sabor de los platillos iguales a su look: de flojera! La gran sorpresa es el baño: creo que es lo más padre de todo el restaurante, junto con su entrada!!! Creo que no regresaría, pero al menos ya lo probé!!