Nave Menor del Mercado de la Merced

Pasear por el mercado de la Merced es sobreexponer a tus sentidos. Los ojos se saturan con el colorido de las frutas, las increíbles formas de los productos, la cantidad de enseres que uno siquiera imagina que existen. El griterío de los vendedores, las cumbias que brotan de algunos locales, taladran los oídos. Pero al entrar a la nave menor, todo eso queda en segundo plano. El olor aquí es tan penetrante que bastarán diez minutos para provocar una jaqueca marca infierno.
En la nave menor hay carne. Carne de todo tipo. De res y de puerco. De pollo y de avestruz. De conejo y de león. Cortes, filetes, longanizas, chorizos y todas las diversas formas en que hemos aprendido a disfrazar los cadáveres que irán a nuestra mesa. Imagino a más de un vegetariano aquí en estado de pánico ante el intenso color rojo. Eso sí: posiblemente es el lugar más festivo del mercado de la Merced. Los albures, los piropos, la broma y el desmadre de los carniceros alcanza aquí su paroxismo.