Seps

Un pobre lugar que vive de sus glorias pasadas, cuando fue bueno.
Cuando solicité mostaza y me trajeron McCormick me dije… este lugar ya se acabó. Lo lógico en un restaurante europeo es mostaza Dijon.
Y para variar, me cobraron cubierto. Así que para no perder la costumbre, me salí con mi juego de cubiertos, el capital se enojó, me reclamó y mejor no le hice caso… y aventé los susodichos al bote de basura que está frente a este lugar que se dice restaurante.
Basura.

Vine una vez de chiquita y tenía buenos recuerdos pero ahora que regresé me encontré con un lugar triste, casi vacío, frío, con mal servicio y un pianista desafinado.
La cocina es totalmente clásica, no encontrarás nada moderno y la carta es escasa.
La sopa de cebolla sí está muy buena pero pedí un pollo que ni pude comer de lo duro y seco que estaba. Los platillos de mis acompañantes no se veían nada buenos. Nunca nos ofrecieron postre.
Y además caro porque te cobran el cubierto.

Este restaurante ya tiene una trayectoria importante de 50 años en México. Desde chica me había causado mucha curiosidad este lugar que parece estar detenido en el tiempo. Además de que jamás lo había visto lleno y algunas veces recuerdo haber visto un par de celebridades sentadas en la entrañable terracita. Así que decidí sentarme para entender un poco de lo que lo hacía permanecer tantos años abierto.
Al principio te reciben con una tablita de panes artesanales que esta muy ricos, en compañía de un pâté y una mantequilla de la casa. Las verduras frescas del lugar son un clásico al igual que el tarro de cerveza de barril. Este lugar es definitivamente un sitio para carnívoros, con una selección de pecho de ternera, filete en su jugo, chamorro al vapor con salchichas frankfurt, prime ryb uno acaba con el estomago contento. Al parecer el tipo de comida es Alsaciana, cosa que jamás en mi vida había escuchado.
Para terminar el mousse de chocolate de la casa es necesario para el paladar, que ha probado una degustación de la comida salada.