Bingo Billares

¿Qué hacer si estás al lado y te pica la curiosidad? Pues meterte en el bingo! La verdad es que para los que no estamos acostumbrados es entrar a un mundo paralelo donde lo primero que hay que hacer es enseñar el dni.
Acto seguido o puedes pasearte por las máquinas que hay a la izquierda de la sala o esperar a que la lucecita verde te permita el acceso a la sala de bingo.
Sitio enorme, con mucha actividad (y eso que no era la hora punta) llena de gente de todas las edades sentados cómodamente en sillones donde podían observarse diferentes pantallas colocadas en las paredes o en las mismas mesas.
Para los supersticiosos las chicas van cambiando cada cierto tiempo (por aquello de… esta no me da la suerte). Servicio de bar a precios razonables (si juegas las partidas mientras cenas te puede salir a 3,5 la cena).
No apto para personas despistadas ya que el ritmo de cantar las bolas es frenético y no puedes dejar escapar ni un solo número si quieres cantar bingo!

Uno de los billares más grandes de Barcelona, sino el que más. A parte de su tamaño y número de mesas, que normalmente hacen que tengas la posibilidad de ganar más dinero por haber más personas jugando a la vez, no dista mucho del resto de bingos en los que he estado: mujeres mayores, gente joven que como yo va de vez en cuando con amigos para hacer algo diferente, y algún que otro solitario que por su cara y sus seis cartones en la mesa te hace sospechar que pueda tener un serio problema… Antes se podía fumar por lo que de vez en cuando decidíamos empezar ahí la noche jugando unos unos cartoncillos, piti y cubata en mano (vaya me acabo de dar cuenta de lo mal que queda lo que acabo de contar jajaja ¡viva el vicio! nada… solo es de vez en cuando, ¡lo prometo!). De vez en cuando se que te dan un regalito al entrar, y si estás de suerte puedes hasta escoger. Una vez nos cogimos una bata de maruja mis amigas y yo que vaya tela… al menos la usamos para un disfraz porque es que para ni estar en casa…

Matrimonios que no cumplen ya los cincuenta años de casados. Grupos de mujeres embuchadas en trajes de peletería que están más cerca de tener biznietos que descendencia directa. Todo esto es lo que puedes encontrar una noche cualquiera en Bingo Billares, la sala de juegos más famosa de toda Barcelona.
Aquí el no fumar ha quitado encanto a la sala. Mujeres con pitilleras extremadamente largas, con cigarrillos delgadísimos, con guantes para no mancharse los dedos de nicotina. Una mezcla entre Downton Abbey y cualquier película de Almodóvar.
Lo que no se ha perdido es el tradicional regalo de cada jueves y sábado. Regalos cuyo valor no debe superar el euro cincuenta en cualquier tienda de todo a cien. Galletas tamaño industrial, rollos de papel higiénico, champús de jojoba o camisas y camisetas que jamás te pondrías, inundan el mostrador de la entrada y hacen que, elegir entre uno u otro regalo se convierta, si vas un poco entonado, en una de las decisiones más difíciles de tu vida.

Ir al bingo es un poco deprimente lo se, pero si es al Billares, te puedes echar unas risas. Este sino el más grande, si es el más legendario de la ciudad. Más allá del ambiente casposo y viejuno que uno se puede encontrar aquí, siempre existe la emoción por llevarse un premio. Será la ilusión de los que venimos una vez pensando que algo cae fijo.
Según me cuentan mis amigos yo rocé esa posibilidad, pero se me pasó la vez y el premio se lo llevó la señora recargada de joyas que teníamos enfrente. La verdad sea dicha pudo haber sido cierto, pero entre el vino, las luces, y la de tiempo que llevábamos allí, se me fue el santo al limbo en vez de cantar bingo.
También pudo haber sido por vergüenza. Unas jugadas antes había cantado línea, cuando ya se había repartido el premio y eso minó un tanto mi autoestima ludópata. Mis amigos siempre me recordarán aquella noche, pese a que el premio no era para tanto apenas 1000 euros.
Decidimos ir al Billares después de bebernos unas cuantas botellas de alvariño, una noche de jueves de esas tontas y luna llena. La verdad fue soltarla y en cinco minutos verse allí sentado con tu cartón, implorando al 47.
Como noche alternativa no tiene precio. Bueno si lo tiene. Nos fundimos todo el dinero que llevábamos encima. Menos mal que las copas son bien baratas y que cerraban antes de que empezáramos a sondear la posibilidad de usar la tarjeta.
Si vas al bingo que no sea en domingo. Ve pronto, ve al Billares, y cuando consigas un premio, gástatelo de bares.