La vinculación emotiva que tengo con este restaurante italiano entra ya en el terreno de una privacidad tan grande y sagrada que no veo adecuado compartir. Y no por mí, puesto que yo he entrado aquí dispuesto a destapar todas mis verguenzas si falta hace. El caso es que incluye a otra persona, y esto ya es otro tema. Sólo diré que fue uno de los escenarios más queridos de los inicios de una historia de amor que lo sigue siendo y, por lo tanto, a mi juicio sobre el establecimiento siempre irá vinculado un componente emotivo totalmente personal. Pero bueno, también es bonito que los locales, los servicios que hay en nuestra ciudad sean depósitos de memoria, contenedores de historias personales más allá de su valía en la actividad para la que fueron concebidos. En estos parámetros –volvemos ya a la vida real, maldita sea-, me veo capaz de decir que es, cuidado que voy, uno de los mejores restaurantes italianos caseros de Barcelona, y seguramente el mejor en la relación calidad/precio. Hay que fijarse que estoy utilizando una y otra vez el término«restaurante italiano» y no «Pizzeria»; y es que las pizzas están bien, pero sobre todo es la gran variedad de pastas y risottos lo que roba el corazón. Que nadie espere, eso sí, un local suntuoso o un reducto de tipismo de brocha gorda. Al contrario. El Canta Napoli es el restaurante que podría estar, y de hecho está, en casi cualquier ciudad pequeña del sur de Italia, y en los barrios de clase media-baja de las grandes ciudades: manteles de cuadros sin pretensiones de rusticidad, simplemente son los manteles que hay, los de siempre, los que tienen agujeros hechos con cigarrillos pero no pasa nada, todo va bene, que esta noche cenamos en Canta Napoli para celebrar que todo es como al comienzo.