Es verdad que de gusto, esta muy bueno, pero hemos quedado un poco«entre dos aguas»… El sitio es bastante nuevo y creo que no sabe situarse todavia… El lugar, y mas que todo la cocina, quiere ser«sofisticada» pero no llega muy bien a su objectivo… Todo parece muy gastronomico, pero al final, es un poco sencillo por el precio final. Un poco mas barato seria mas equilibrado. Cuenta aprox 25 € por cabeza con solo 2 tapas medianas, 1 postre y bebida. Si miras al precio y a la presentation te esperas mucho mas de los platos ! (porque, tenemos que admitir que la presentación de los platos es muy buena). Para justificar este precio podria ser, por ejemplo, productos de mejor calidad(ecologico o local .), pero no lo es tampoco(o no lo dicen). Para explicarme mejor, puedo decir que la sensation general de este sitio se nota tambien un poco en la decoración: todo parece design/bien pensado/sofisticado, pero si miras bien, muchas cosas vienen de Ikea, la bara es muy cutre, la pintura gotea de los marcos y espejos etc. Buena impresión, sabores buenos, pero con estos precios(por el barrio de Sants) no han conseguido seducirnos al 100% !
Maria F.
Évaluation du lieu : 4 Barcelona
Un restaurant amb tapes diferents. Carta extensa. Hem demanat wonton amb gambes boníssim, tapa d’orella deliciosa, bikini de ceps psé, braves diferents i ceviche nikkei molt bo també. Tres birres i un sorbete de postre. Tot 58 €. Tornaré perquè m’he quedat amb les ganes de provar més coses. Sants és una mina de llocs per descobrir!
Inés M.
Évaluation du lieu : 5 Barcelona
Nos enteramos de la existencia de este secreto bien guardado gracias a unos amigos, Meritxell y Carlos, que viven en el mismo barrio y nos había hablado maravillas del sitio. El chef, Andrés Huarcaya, originario de Perú pero afincado desde hace muchos años en Cataluña ha trabajado durante 9 años bajo la tutela de Ferran Adriá en el cátering de El Bulli. Lo primero que llama la atención es la entrada al local. El letrero despista y, de hecho, si no conociera su reputación habría pasado de largo. Una vez dentro el ambiente es sencillo, como si estuviéramos comiendo en casa con amigos. Empezamos a cenar con las croquetas caseras de pollo rustido. Unas de las mejores croquetas que he probado. Y eso que no soy muy croquetera. Después probamos el ceviche de corvina nikkei que estaba espectacular. Inmediatamente después probamos el tiradito con gambas de la costa. Es algo así como un ceviche de gambas. Nunca había probado algo así. Muy cítrico y con alguna especia que no pude reconocer. Delicioso. Entonces llegaron los wantan de cerdo ibérico y salsa agridulce. Estaban buenos. La masa wantan estaba crujiente y no grasienta como a veces la suelen servir en algún que otro restaurante oriental. El relleno estaba jugoso y la salsa no estaba mal. Os recomiendo que probéis la tapa de oreja de cerdo crujiente cocida a 70º. Jamás en la vida pensé que probaría algo así. La casquería no me motiva nada. Sin embargo al ser la tapa estrella del lugar lo probé. La carne estaba tierna y cargada de sabor. Obviamente al ser oreja, con sus cartílagos y tal, tenía un punto gelatinoso pero en general la tapa es original y sorprendentemente sabrosa. El bikini de mozzarella de búfala, trufa y paletilla ibérica me hizo pensar que ya no quería comer ningún otro bikink que no fuera ese. Me hizo pensar en conseguir trufas y ¡pronto! Los huevos con patatas fritas fue un buen plato contundente que sirvió de perfecto broche final para la parte salada. Teniendo en cuenta que llevaba varios meses sin tomar huevos fritos o patatas de cualquier tipo esta tapa era algo que me debía a mí misma. Para acompañar las tapas pedimos un verdejo, de D.O. Rueda, llamado Menganito. Divertidísimo nombre para un vino de buena relación calidad-precio. Finalmente probamos los postres. Las dos chicas tomamos el cremoso de chocolate explosivo. Es explosivo porque creo que lleva Peta Zetas. Es la mar de divertido sentir los peta zetas burbujear en la boca mientras paladeas el delicioso chocolate negro aderezado con un toque de aceite de oliva. Adoro el chocolate negro con un toque salado. Me encantó. Los chicos probaron la crema catalana(¡clásico!), una espuma de yogur con puré de mango y mi segundo postre favorito, el gin cítricos frozen. Es una especie de sorbete de gin y cítricos que recuerda al cóctel pero sin ser demasiado alcohólico. El toque cítrico es lo más. Nosotros habíamos reservado mesa y estuvimos muy a gusto. El servicio fue amable y el precio de lo más asequible. Entre 5 nos tomamos dos botellas de vino, 8 tapas y postre y nos salió a «veintipico» por cabeza. Si os atrevéis a probar cosas nuevas, os recomiendo que vayáis. Y si no os gusta probar platos exóticos, también os recomiendo que vayáis aunque sólo probéis las tapas tradicionales. La calidad de la cocina merece la pena.