Encarnación Martín Ortega. Dermatóloga

A mi el doctor House siempre me ha hecho gracia. Vale, a mucha gente le cae fatal y tienen motivos para pensar así. Pero es que los «listos» insolentes… me van, mira.
Y creía que el personaje era eso, un «personaje» producto de la calenturienta mente de algún guionista americano… hasta que conocí a esta doctora.
Es House con pelo largo y sin bastón.
Insolente: ¡tela!
Directa: un montón.
Seca: más que el desierto.
Buena: ¡ay, amigos!, ahí está la gracia del tema. También.
Sin embargo recomendarla es peligroso.
Si lo que quieres es un médico complaciente que te diga lo que quieres oír, olvídate de ella. Ahora, si no te asustan las verdades dichas por su nombre, por duro que sea, ahí la tienes. Toda tuya.
Siempre que salgo de su consulta (los que tenemos la piel clarita tenemos que andar con cuidado y más en verano) me digo que no volveré jamás de los jamases. Que me asusta cuando le pregunto si de verdad me tiene que hacer tal o cual prueba y ella responde «tu verás, ¿si es cáncer querrás saberlo, no?». Así, sin anestesia. A lo bruto. No dice «bueno, miremos por si puede ser algo o que», no… ella te lo suelta y se queda tan ancha.
De momento, no se ha equivocado jamás. Algunas veces solo con mirar ya ha me ha dado un diagnóstico.
Y, como es House, no falla.