Jordi Joan

Sería un paradero solitario y poco transitado a pie, un simple cruce de calles dominado por los automóviles frente a ese curiosos conjunto de casas entre Felipe II, Navas de Tolosa, Concepción Arenal y la Meridiana. Pero resulta que hay una gran tintorería, uno de esos comercios oscuros, húmedos y a la vez perfumados, que parece que ya nadie usa pero que en un momento dado nos sacan de un apuro antes de una boda, una comunión o un atraco a mano armada. Jordi Juan ocupa buena parte del extremo de la manzana, y acumula perchas y percheros con chaquetas y jerséis en un almacén del que desconocemos el tamaño real. Y la gente entra y sale y se arremolina ante el mostrador con más frecuencia de lo que uno juraría. Se conoce que lavar una americana en casa no es tarea baladí, y aunque vestimos de cualquier manera y hay pantalones más baratos que un Cacique con Coca-​cola, los hermanos Jordi y Joan, o sus dependientas con bata corporativa, aún tienen faena. De particulares, de empresas e incluso, agárrense, de otras tintorerías.