Versalles

Como una vez en semana cuando trabajo por el barrio y el sitio es altamente recomendable. Local emblemático como pocos en la zona, con gran historia a sus espaldas (¡salud y republica!) y una barra de órdago (solo por verla ya merece la pena una visita)
Precio un pelin elevado para la zona y no tienen wifi. Por lo demás imprescindible

The food wasn’t half bad. They have a three course and drink menu for 11.50. If you only want one, it only comes to 8.50 if I remember correctly.
On two separate occasions, I had both the paella (ordered separately) and the second time, I had the 3 course.
The paella was good. Nothig spectacular and this was priced at 14.50. Dont know if it was worth it.
As for the three course, I had ravioli in some gravy sauce and thin steak also in some vegetable sauce. Both were good.
The reason for my two star takeaway was because of the service. They treated me as if I was a burden and gave me austere looks. And I do speak some Spanish as well, so I did not understand the hostility. I thought maybe it was just a cultural misunderstanding, but after the second time I did not want to go back even though it was right next to the place I stayed at which balanced it out to an okay experience. I wouldn’t go back though, just because of the service.

Probablemente el bar más conocido y emblemático del barrio de Sant Andreu. ¡Este sitio es una preciosidad! El interior es realmente una maravilla y solo por eso merece la pena entrar. Honestamente creo que no hay otro bar con tanto encanto en el Barrio de Sant Andreu. Además, está situado en la plaza también más emblemática de Sant Andreu, la Placa Comerç. Ideal para tomar un café o una copa y relajarse. También se puede comer, aunque la comida, desde mi humilde opinión, no es nada especial y en este aspecto les queda mucho por mejorar. Resumiendo: Es una obligación verlo, por lo menos para tomar un café o una cerveza, merece la pena.

El local es excelente. Pero la calidad/​precio falla un poco. No esta mal es un bar más.

Buen lugar para pasar la tarde con los amigos, aunque el servicio algo lento

El barrio de Sant Andreu es como un pueblecito, como un oasis en mitad de Barcelona. Un sorprendente lugar en el que disfrutar del modernismo barcelonés alejado del eixample. Edificios y pequeñas villas de ese movimiento arquitectónico.
El Versalles es una cafetería-​restaurante que practica esa recuperación y reivindicación de mantener ese espíritu en las afueras del centro de Barcelona. Tiene más de cien años y ha sido rehabilitado hace pocos años con tal de poder seguir contando con él en el barrio.
Como cafetería no es nada del otro mundo, pero merece pena por la historia que guardan esas paredes.

Justo antes de la crisis, los dueños del Versalles decidieron liarse la manta a la cabeza y hacer una reforma en el local de tal calado que no lo iba a reconocer ni la madre que lo parió. Antes, era un sitio con mucha solera, fundado a principios del XX, con paredes y bancos de madera y espíritu de casino, de local social de pueblo catalán. Entonces se metieron en reformas y de la crisálida salió un Versalles siglo XXI, un local luminoso, con varias plantas y pista de baile en el sótano, pero que conservaba elementos del anterior. No rompía con la tradición y el arraigo en el barrio, del que es sin duda el bar más emblemático. Al fin y al cabo los dueños eran los mismos.
Pero la crisis les dio una somanta de palos y el asunto no les salió como pensaban. El resultado fue el cierre, traumático para Sant Andreu.
Después de unos años de debate y misterio en torno al nuevo uso que se iba a hacer de aquel local –las malas lenguas decían que iba a aterrizar una multinacional de ropa; sonaba también el nombre de Gaspart, el empresario hotelero-​, finalmente volvió el bar, regentado por otra gente pero con la misma función social que cumplía en la etapa anterior. Quizá algo a costa de la calidad en la comida.
Diría que es imposible ser de Sant Andreu, del barrio, y no conocer el Versalles; no hay abuela que no haya ido un sábado por la tarde a tomar café con sus amigas ni mindundi que no sepa que el sótano sigue siendo un curioso bar musical a partir de las once.

Alegres muchachos en mangas de camisa toman cañas pasando el peso de su cuerpo de una pierna a otra en movimientos enérgicos.
El cabello enfurruñado hacia arriba, y más de un agujero en la suela del zapato.
Un chirrido metálico unifica las miradas hacia un mismo punto. Llega el trolebús.
De él descienden, apresuradas, ajustándose el uniforme, las piernas de las jóvenes trabajadoras del turno de noche.
(Monólogos los jueves a las 23 h en el sótano)