Una muy buena idea, fusionar una cafetería y una tienda de bicicletas. En la parte de arriba, tienen un pequeño taller y venden artículos relacionados con el ciclismo urbano. También unas cuantas mesas. En la parte de abajo, hay dos barras para comer y la cocina. Los chilaquiles que pedí, tenían queso de cabra y arúgula. Al principio le entré con reservas pero me convencieron. Los sirven con la salsa en un recipiente aparte, y uno mismo se vierte la cantidad de salsa deseada, la cual, por cierto, estaba muy rica. Muy buen lugar para comer, reparar la bicicleta, y tomar un buen café.