El Patio Bar

Oooh… cómo olvidar los viernes chiquitos en el Turis, cuando en la universidad, en el final de semestre, con todo y el estrés, tomar una caguama en el turístico era de las cositas pequeñas que disfrutaba en grande con mis amigos.
El turístico es toda una institución cuando se habla de bares para la Facultad de humanidades. Maestros que actualmente llevan dando clases más de 10 años en la carrera de comunicación, cuando entonces estaban ellos estudiando en humanidades, iban también al Turis durante la universidad.
Esta cantina-​bar-​lugarfeo/​nofeo– es un sitio modesto, que recientemente acaban de remodelar. Le han puesto lozeta, creo que corrieron a Lupita, la rata gris que tenía años viviendo ahí y por fin le pusieron candado a las puertas en el baño de mujeres.
Aún así, con todo y su limpieza, aunque mis amigos y yo ta podemos ir a otros lugares, este sigue siendo el punto de reunión para hechar la buena platicada.

«El Turis», para los amigos, es una cantinita modesta, nada ostentosa, en el corazón de la Plaza Santa Cecilia, en el primer bloque de la ciudad. Desde hace años se ha vuelto escala obligatoria de la comunidad académica y estudiantil de Humanidades (y agregados culturales), quienes se fueron infiltrando entre los locales, hasta convertirlo en sede de un sinfín de historias memorables.
Ya sea como punto de partida para los recorridos por los distintos bares del centro; o como cierre de una noche de juerga, todos acaban ahí. La cerveza es barata y la rockola se vuelve protagonista de la noche cuando, al calor de la desinhibición provocada por los alcoholes, a todo mundo le sale lo cantante. Sí, a la hora que terminamos recordando un viejo amor, cuando la nostalgia pega con todo… ahí están José José, o José Alfredo, que no se rajan.
Los baños no son los más limpios de la comarca. Procura llevar reserva de servilletas. Pero, finalmente, el Turis confirma aquella noción de que los mejores lugares son en los que pasas el tiempo con los amigos. Salud.

Darás con él si preguntas por el «Turis» en lugar de el Turístico. Es un pequeño bar ubicado entre la calle segunda y la primera. En la Plaza Santa Cecilia. Después del Mcdonalds. Es una cantina.
El lugar tiene por ley una rocola. A veces hay mucho don y la rocola estará infestada de mucha música de banda y ranchera. Si estás de suerte, podrás escuchar a Depeche Mode.
He tenido experiencias encontradas en este lugar. Desde una mujer tumbada en el baño, un borracho dormido en la barra, una caguama con un gusano en el fondo (no era parte de la bebida), unos pescadores canadienses con una trágica historia de paso y unas que otras borracheras con los amigos que a los 18 nunca se olvidan.
El lugar tiene mucha cura local. Es el punto intermedio entre bar de mala muerte y el bar usual del centro. Nada pasa, pero mucho conoces.

Apenas me enteré de su verdadero nombre, y eso que he ido muchas veces. Dentro de la Plaza Santa Cecilia, justo a un lado del restaurante con el mismo nombre, se abren unas puertas de cantina. Sin duda es un bar de última hora, a pesar de estar abierto desde temprano.
No es el más prominente de los bares en la plaza. De hecho la entrada está un poco escondida, pero cuando la encuentras accedes a una cantina de los 80’s. Dos rockolas de las que sólo una sirve ambientan el lugar con música desde los Tigres del Norte hasta Zoé (así de variada).
La decoración corre a cargo de algunas mesas de plástico de esas blancas cuadradas que regalaba Cerveza Corona, si no llegaste a la barra; luz opaca y pegatinas, señalamientos de tránsito, y fotografías, una mesa de billar (5 pesos por juego), y al fondo del bar, detrás de una rejilla, un altar muy bien cuidado a la Virgen de Guadalupe.
Cerveza Carta Blanca, Corona, Victoria y Sol son las opciones de un menú muy pobre, además de algunos tragos de aguardiente y licores no más caros de 100 pesos.
Con todo, dicen que ese bar es de los humanistas frustrados. He visto allí a mis profesores de Filosofía, Historia y Letras, por lo que si creo esa leyenda. A pesar de la decoración de tres pesos, el ambiente es bueno de día y de madrugada. Empezar la fiesta ahí no es tan buena idea. Terminarla si.

El turístico, no es precisamente el bar más fino de la ciudad. Ubicado en las afueras de la zona roja de Tijuana, es un bar que tiene su historia con décadas que lo respaldan. Es la clásica cantina que muchos pueden considerar de mala muerte pero no está tan mal. Es un lugar que guardó la esencia de Tijuana de los primeros años y la mantiene ahí, congelada para que quienes los visiten se percaten de ello.
Me gusta ir a ese bar con mis amigos, le hemos agarrado mucho cariño por la calidez del decorado (creo que estudiar en Humanidades también influye en eso) y hemos visto a maestros nuestros de la carrera también echándose una bien helada.
Es extraño describir el ambiente, hay una rockola en la que se toca literalmente de todo pues asiste todo tipo de gente, puedes estar escuchando «People are strange» de The Doors y a la siguiente escuchar a «Contrabando y Traición» de Los Tigres del Norte.
Mi lugar favorito para estar en el Turístico es bajo un altar que tienen de la Virgen de Guadalupe, es muy ameno. Para así, hablar de temas profundos que tienen que ver con la situación del país y luego preguntar «Y tú ¿Qué opinas, Lupita?»
También, si vas entre semana, te regalan un taco de birria para botanear y tienen especiales de caguamas al 2×1. Sí lo he hecho pero el sabor de esos tacos vale la pena. Deja los prejuicios de lado y anímate a ir al Turístico; estoy seguro que después de conocerlo, tendrás una buena historia que contar.