Plaza Bicentenario

Interesting place to walk around and the church is pretty but be very careful. While walking between the church & vendors on Benito Juarez, someone tramped hard on my foot (breaking it) & then stole my wallet. I didn’t even see this happen because it happened quickly. Watch out for pick pockets. White woman here in my 50’s, American. This happened in day light around noon. Had to go to ER in San Diego after crossing the border. Broken foot. They also used one of my credit cards right away. I did cancel them as soon as I got a cell phone signal. Be careful.

Hablar de este lugar y definirlo tal cual como plaza es un poco delicado. Lo digo porque hasta hace algunos años esta era la continuación de la avenida; una calle de tránsito vehicular regular y que, al cerrar el flujo y elevar el nivel del suelo, se convirtió en la placita particular de la catedral. Sin embargo, siento que recrea el sentido provincial de una plaza: menos comercial y más tradicional.
No digo que no haya negocios en la plaza, pero los que hay son los que ocupaban ese espacio cuando aún era calle. Fuera de eso, es un espacio llano donde curiosamente se ven congregadas varias personas siempre, por lo regular descansando en las bardillas o a los pies de la estatua en la plaza.
Entre un Oxxo, una herbolaria, un negocio de veladoras y otros negocios, además de la catedral, la biblioteca católica, el Mercado Municipal y la escuela primaria Lázaro Cárdenas, los negocios que se establecen en la plaza y el espacio mismo logran un ambiente relajado en el que varias personas logran descansar.

No podía faltar algo «bicentenario» en Tijuana. En esta ocasión el lugar es una plaza modesta frente a la Catedral de Tijuana. En general es un lugar limpio donde el principal problema fue la insistencia del comercio ambulante por apoderarse de el espacio. Alrededor deambulan tijuanenses ajetreados por las compras matutinas y migrantes que arriban para descansar a la espera de su turno para volver a intentar cruzar hacia el otro lado. Varones jóvenes y maduros descansan bajo la sombra de la columna que sostiene la cruz. Hay vendedores que ofrecen imágenes y abalorios de San Toribio, la nueva estrella del panteón católico a quien ahora rezan los migrantes.
Me pareció un espacio mezcla de esperanza y desconsuelo, de ilusiones postergadas en tiempo tanto que se rompen, caen en muchos pedazos que suenan en el piso, pero al mismo tiempo de una necesidad testaruda acogida por la religión, abrazada por estar entre conocidos que hablan el mismo idioma, esa necesidad tiene como único fin irse. Un lugar raro.