Biblioteca de Torre Llobeta

Cuando aún no íbamos a la universidad y sus bibliotecas, abiertas a cualquier tipo de estudiante, o bien nos intimidaban o bien no nos eran conocidas, no teníamos más remedio que buscarnos la vida por el barrio si el ambiente en casa o era proclive al estudio. En el ático de esta antigua casa señorial del siglo XV, reconvertida después en masía y hoy centro cívico municipal, nos concentrábamos algunos para pasar exámenes a trancas y barrancas. Ya entonces éramos conscientes, pero una vez descubiertas otras bibliotecas, vimos a las claras que aquel lugar no es el idóneo para aislarse del entorno. Pese a estar en un espacio luminoso, de estructura acogedora, gentes de todas las edades lo invaden mañana y tarde, sin demasiado cuidado por el silencio, lo cual se añade al tumulto que sube de la calle, donde se agolpan a jugar los chavales del instituto Carrasco i Formiguera. Ni siquiera las bibliotecarias se preocupan ya de los ruidos. Un mal sitio para estudiar.
Los miércoles noo es mal sitio no obstante para leer a media mañana, sin especial apego por un alto grado de tranquilidad. Y comparado con otro espacios de lectura de la Diputación, sus dimensiones acogedoras lo hacen más llamativo a tal efecto. El fondo del que dispone, nada especializado, no es avasallador pero anima un verano solitario de lectura. Tiene un espacio a un lado con literatura infantil y sillitas para críos que pese agravar lo dicho más arriba, es útil para los padres preocupados por la afición a la lectura de los nenes. Ruidosos o no.