Cafè del Teatre

Un bon lloc per anar a fer un cafetó. El fil musical és bo i l’ambientació bohemia del local fa que sigui un local amb personalitat i que convidi a anar-​hi sovint. Situat en el cor del barri de Gràcia.

¡Me encanta este lugar! ¡Ahora más! lo cambiaron creo porque no era así. Por dentro está muy cuqui. Han vuelto a llevar la decoración a lo típico de ahora: medio vintage y modernito.
Me sorprendió hasta el tirador de cerveza: han hecho como una réplica de las antiguas cocinas de mármol para darle el toque retro. El conjunto de todo es simple pero bonito.
Todo lo que tienen para desayunar tiene muy buena pinta y hasta hay tarta de zanahoria con una pinta brutal que, por tiempo, no pude catar. Juro que volveré y la probaré ;)
Son muy majetes y el café está muy bueno (leche de soja!!!). Tienen carta para pedirte cosas de tapear. Por las noches también se crea un ambiente muy acogedor y agradable: la iluminación ayuda a eso. Lo único: no es muy grande así que si vais en grupo… lo consideraría seriamente.

Agradable para una caña o similar. Si tienes hambre podrás elegir entre una carta estándar con olivas, guacamole, … Quizás un pelin carete pero sin escandalizar y calidad normal.
Pero le doy solo una estrella porque al dueño no le hizo gracia que estuviera escribiendo con mi portátil durante dos horas … y me hizo un par de comentarios muy desafortunados. Pague los 4 refrescos que había consumido (soy muy goloso y respetuoso con el consumo/​tiempo que estoy en un local) y me fui.

A cute little corner bar, and a great place to sepnd the early part of the evenings waiting for the restaurants to open.

Los bares que hacen esquina se me hacen privilegiados. Ofrecen al viandante detener su tránsito en dos direcciones. El Café del Teatre además tiene atmósfera: por su limitado espacio, por su (no) iluminación, por la mente despierta de sus pobladores. En su interior, si consigues buena mesa, se propician conversaciones nunca banales. Un único pero: a veces no te queda claro si te van a atender o si has de acercarte tú a la barra.

Como en el teatro, la vida no es más que la convinación de mentiras y verdades, engaños y fidelidades, falsedad y sinceridad. Como en el teatro, hay una cara alegre y otra triste, la cuestión es cual nos domina en cada momento, la oscuridad o la luz. En el Café del Teatre, no hay mucha luz, pero suficiente para escribir estas líneas. Puede que haya engaños, pero «los artistas mienten para decir la verdad» (V). Así que, lo mejor es venir, y comprovar cual es la máscara que mejor te queda.

La oscuridad es una gran virtud en un local, pues esconde mucho de lo que hay en el mundo de desagradable, admite un espacio para las deducciones y las inferencias, y deja entrever, sin demasiados detalles, aquello que nos interesaría conocer un poco mejor. Es evidente que la falta de luz favorece la seducción y la intimidad, y las conversaciones fluyen más fácilmente hacia el terreno personal que en un local, pongamos, con luces fosforescentes. El Cafè del Teatre sabe jugar muy bien sus cartas en este sentido. Es un bar pequeño, con poco margen de maniobra, pero muy acogedor y recogido, donde la oscuridad y las velas le dan un aire solemne, de ritual casi religioso, como si allí dentro se estuviera practicando un sacrificio. El único aspecto negativo del bar, a mi juicio, es que los baños dan directamente a la sala en que los clientes consumen sus bebidas, sin una sala intermedia para la espera, de manera que cualquier accidente que tuviese lugar en el interior del baño (quedarse atrapado en el interior, haber cerrado mal el pestillo, etc…) podría quedar fácilmente expuesto a los ojos de todo el mundo.

¿Quién no ha ido alguna vez al cine Verdi? Yo creo que nadie. Pues te recomiendo que la próxima vez que vayas, ya sea antes o después de la peli, te pases por este local. Lo tienes a un minuto del cine y si vas con prisa te puedes tomar la caña a un euro en la barra (si si, lo que oyes) y directo a ver la película. Un pequeño bar esquinero con aire bohemio, suelo de diferentes tonos, mezcla de pintura y papel en la pared y con las típicas lámparas verde-​retro encima de la barra. Y si vas al salir del cine que ya estarás más relajado, no te quedes en la barra. Siéntate y tómate alguno de los coktails del mes que van cambiando de forma ininterrumpida. La semana pasada me tomé el mohito de manzana verde, mucho más ácido que el tradicional. ¡No se que le echaron pero estaba de muerte! Si vas de ruta por Gràcia, no olvides pasarte por el Café del Teatre y te harán sentir como en la salita de tu casa.

El otro día tenía una cita… quedé para tomar una caña y no entraré en más detalles. Él (que no es de Barcelona) pidió que yo escogiera el bar… Pensé llevarlo al barrio de Gracia de Barcelona, mi barrio, donde me siento a gusto. Cuando me siento a gusto en un sitio digo aquello que decíamos de pequeños cuando jugábamos al pilla-​pilla: «peste alta», o «salvada», que es lo mismo. Pues bien, «El café del teatre» es «peste alta». Creo que es el bar que más representa el espíritu bohemio de gracia. En este bar se puede comer, se puede hablar… y se pueden decidir muchas cosas. Debe de ser el ambiente íntimo y acogedor o los camareros (súper simpáticos). Es un bar de esquina, pequeño, pero muy especial.