La Granja

Don’t believe in the pictures on the menu that they advertise or display right in front of this tapa place! The food that comes out and are served, doesn’t look like the pictures displayed at all! False advertisement and their tapas and paellas are not authentic! Also, they use a variety of different menus that is not from their own creation!
Their paella was horrible and the worst from 5 paella places that I have tried while in Spain! Their paella was so discolored and lacked the flavor of fresh seafood!
There are so many other much better tapas’ places! Avoid this one at all cost!

Bocatas buenos, bonitos y baratos.
Está muy rico, si estás por la zona del Hospital de Sant Pau, son un encanto!

Una garantía para el desayuno en el barrio, y con la dificultad añadida de esta zona en concreto, tan cercana al Hospital de Sant Pau y justo enfrente del Dos de Maig.
El hecho de ser una área muy concurrida a media mañana no resulta impedimiento para que en La Granja se pueda desayunar bien, cómodo, rápido y a un precio totalmente razonable. Buena parte del mérito de ello, además por supuesto de la tremenda eficiencia de su personal, es de la disposición de la barra de su salón principal: ésta, central y rectangular, permite despachar a toda la clientela minimizando los desplazamientos. A su alrededor, taburetes de dos alturas acomodan al ‘desayunador’ y le dan acceso a los dos niveles de barra.
Al fondo se halla otro salón, más grande, más convencional, con mesas cuadradas, que sirve para otras franjas horarias y/​o almuerzos más dilatados.

Las granjas, las de verdad, las que viven para los desayunos y meriendas, no las que dicen que lo son y luego son bares cualquiera, tienen barra, mesas y taburetes blancos, decoración aséptica, limpia, y los camareros van con esas zapatillas de farmacéutico, también blancas y con agujeritos. Ésta cumple la normativa al dedillo, quizá por ser destino habitual del personal del hospital de enfrente.
Tan devota es del desayuno, de consumo veloz por definición, que en el local aparentemente solo hay barra, una barra circular desde dentro de la cual los dos camareros sonrientes, el dueño y el ayudante, sirven a golpe de pito el café con leche, el cacaolat y esos pequeños bocadillos fríos tan variados, con roquefort o con embutido, lechuga y mahonesa, preparados de antemano para que nada se retrase. Al fondo, en una sala oculta, sí que hay mesas pero se diría que por la mañana nadie las usa. Es de suponer que por la tarde el paisaje cambia.
La peculiar disposición de la barra, como una pasarela de moda, tiene además la función de distraer al respetable con el trabajo, las bromas y las refinadas maneras del dueño, verdadero centro de atención del lugar. Solo por la meticulosidad y el amaneramiento de todos sus gestos vale la pena ir a desayunar a esta granja que hace honor al nombre sobradamente.