La Llar de Foc

Tras muchas puertas cerradas por vacaciones en la zona y con cada vez más hambre y cara de locos, arrivamos a este restaurante que, si bien tiene buena pinta, esconde una cara oculta que hace que no lo pueda puntuar mejor.
Está decorado en plan viejuno, con ristras de ajos, jabalíes con boina y gafas de sol, misteriosos cuadros sin firma, herramientas de campo en las paredes… Todo te transporta a un pueblo, incluso el camarero, de estilo viejuno como el local y graciosete; el problema es que la comida no acompaña.
De cantidad andan bien, no saldrás con hambre. Pero la calidad tiene algunos claroscuros. El pan con tomate está bueno, aunque es difícil tostar un pan y que no esté rico. Eso sí, el tomate que te sacan (lo tienes que untar tú) es de los de baratillo de calidad del dedo p’arriba del Alcampo.
Pero bueno, empecemos por lo mejor de la noche: las patatas al caliú con salsa brava y ali oli. Impresionantes, sobre todo la salsa ali oli. Luego pedimos una torrada de queso y anchoas, otra de atún, anchoas y aceitunas y una de brandada de bacalao. La primera buena, aunque con, literalmente, tres anchoas, la segunda con un atún de lata chunga y la última que se pasó toda la velada intentado buscar el camino al sabor.
Para el postre pedimos crema catalana. La crema sosa, pero se compensaba con la capa de azúcar quemadito de la superficie. En fin, que sin ser mala, la comida no estaba a la altura de lo que anuncian con su ambiente.
Así pues visitad el Llar de Foc si queréis suspirar por el ali oli y los claroscuros en la comida.

El pasado 30 de diciembre, un miércoles cualquiera, en medio de la época navideña, pero sin ser festivo ni víspera, nos costó algo así como hora y media y muchos metros de andanza encontrar un sitio para cenar.
Íbamos con unos amigos que viven por la zona, y nuestra primera opción fue cenar en un japonés al que tenían muchas ganas de ir desde hacía tiempo. Pero, cuando llegamos al sitio, había mucha cola y una hora y media de espera para poder coger mesa, por lo que decidimos usar nuestro poder de Unilocal para buscar otra alternativa. Pues el caso es que Unilocal nos sugería multitud de sitios con muy buena pinta y muy cerca de donde estábamos, pero hicimos hasta tres o cuatro intentos sin resultado, ya que, cada vez que elegíamos un sitio, nos dirigíamos hacia allí y resultaba que estaba cerrado por vacaciones, y cada vez estábamos más hambrientos y cansados de pasear. Al final pasamos por enfrente de La Llar de Foc y nuestra amiga dijo que ya había estado allí y que le gustó, así que decidimos entrar.
El sitio tiene su encanto, es pequeño pero decorado al estilo tradicional viejuno, con mesas y sillas de madera oscura, luz tenue y ristras de ajos, útiles antiguos de cocina y una cabeza de jabalí decorando las paredes.
En la carta, comida tradicional de Cataluña. Aunque teníamos ganas de probar los famosos calçots, nuestra amiga nos recomendó esperar para ir a hacer una calçotada en en el campo, así que nos decantamos por unas patatas bravas al caliu de entrante y unas torradas para compartir. Las patatas estaban muy buenas, acompañadas por salsa brava y ali-​oli, me encantaron. Las torradas, elegimos la de brandada, la de queso con anchoas y la de atún, anchoas y olivas. No estaban mal, pero porque una rebanada de pan tostado con ingredientes por encima siempre suele estar buena. La de brandada me pareció demasiado pesada como para comer una entera, y las otras pues ricas tirando a normalitas, no parecían ingredientes de primera calidad, pero muy grandes, eso sí, con hambre es complicado salir. El pan tostado con tomate estaba bueno, pero también es difícil que no lo esté.
De postre pedí una crema catalana que, según el camarero, era casera, y no me gustó demasiado. Estaba bastante sosita, de no ser por la capa de azúcar que llevaba por encima no habría sabido a nada. En cuanto a la atención, el camarero fue muy amable así que ninguna pega en ese sentido. Cuando llegó la cuenta, tocamos a unos 15 € por cabeza, me parece que está bastante bien, con bebida y postre cada uno y la tripa a punto de explotar.

Si os gusta comer bien y mucho a un buen precio, este es vuestro sitio!
Los camareros agradables y la comida increíble. Ya tengo ganas de volver!

Pues la verdad muy bien, hemos comido calçots muy buenos mas costillas de xai con all i oli. Sitio pequeňo, un trato muy agradable y todo muy bueno. necesita reserva

In a Barri (neighborhood) of patas (potatoes), croquette & olive tapas, here’s a restaurant with panache. Menu. Chef. Service & Wait (ress) who know their menu. Modestly priced dishes. The lasagna is a revelation… unlike ANY lasagna you have had. I had a quarter grilled rabbit (€ 6,15) that was perfectly cooked. A gazpacho that, well was the best salad I ever drank.
Well done & well worth the money in this maze of unspectacular hole in the wall Catalan & Castellano tapa bars. We’ve been to Gràcia twice in two years and I can honestly say that I regret not finding la Llar de Foc. The Good news is we have 5 more days to eat there and that you should go to enjoy this eatery.

this was one of our best finds in Barcelona… we I found it using the downloaded Lonely PLanet Barcelona app. It’s awesome because it finds where I am with GPS, and tells me what restaurants are good with descriptions. Sometimes, they’re misses because once it’s on Lonely Planet, it gets overrun. But this place wasn’t. We went there I think on our way to Parque Guell (another Gaudi work of art) and it was cheap (for Americans given the exchange) and delish. The pitcher of sangria came in a customized clay pitcher bearing the establishment’s name. AND they had a yummy flan for dessert mmmmmm. It was also situated on a narrow street off the main road (alley-​like) in a local neighborhood, meaning we were the only asians and only ones with cameras. Easy to miss the entrance to this place. The waiter didn’t even speak English but a smile, some pointing, and my high school Spanish came in handy!

Me reuní hace poco con unos amigos para salir a cenar por Gracia y dijimos: vamos a un sitio donde podamos cenar comida casera catalana, nada de griegos, ni italianos, ni portugueses, ni libaneses, ni argentinos… Comida catalana. Y pensamos enseguida: La Llar del Foc. Con este nombre tan montañoso, «la chimenea», fuimos a recordar aventuras pasadas. Y sin pensarlo mucho pedimos unas tostadas con pan con tomate y un buen fuet y queso para acompañarlo; una coca de recapte, una escalivada y una esqueixada. Vaya, ese día teníamos el catalán subido, y sólo nos faltaba la barratina y beber el vino con porrón. No llegamos a tanto, pero algún día lo tenemos planeado…

Este es el típico restaurante para ir con tus padres si es que a ellos les va el rollo convencional, –tirando a casero en los fogones pero mínimamente formal en el trato– y afortunadamente no son unos esnobs de mediana edad que comen en locales de diseño minimalista y platos cuadrados y llanos. Los míos, afortunadamente, no son así, de modo que para acá que venimos una de las últimas veces que estuvieron de visita.
En La Llar de Foc lo que se lleva es la carne a la brasa, los caracoles y el recetario típico catalán de carácter rústico, tirando más a cocina de interior y montaña que no de litoral. La decoración, lógicamente se adecúa a lo que se sirve, así que una vez sentados y con las manos en la masa, enfrascados en apurar un conejo a la brasa, tenemos la sensación de estar casi en cualquier parte menos en el centro de una ciudad como Barcelona.

Probar unas lentejas que estén a la altura de las de tu madre es, sin lugar a dudas, una buena señal. Sólo por esto La Llar del Foc me tiene cautivada. Aunque parezca un plato menor, es difícil encontrar lugares donde estén en su punto: ni muy aguadas, ni que parezcan cemento armado. El ambiente de esta brasería es muy de masía antigua, acogedor y cómodo; puedes reservar mesas para grupos grandes con un menú razonable de 25 €. Y además, es uno de los pocos sitios de Gràcia en el que los Calçots los hacen, de verdad, a la brasa. Tiene una visita, sí señor.