Señor Pollo

Creo que todo el mundo teme al domingo por la mañana por la misma razón: te levantas tarde, remoloneas y cuando te quieres dar cuenta son las 15:00 de la tarde y descubres que la nevera está vacía. Esto mismo me pasó a mí el domingo pasado. «¡Benditas tiendas de comida para llevar!» pensé y me enfundé las zapatillas en busca del pollo a l’ast más grande que encontrase. Después de hacer cola durante una media hora en tensión absoluta, observando como cada vez quedaban menos pollos en el asador, la chica que había justo delante de mí se llevó la última porción de delicioso pollo asado… ¡la última! Seguí con la mirada a aquella clienta hasta que el cuello no me dio para más, después pregunté toda inocente «¿te queda algo de pollo?» El hombre se apiadó de mí, creo que vio la desesperación reflejada en mi rostro. Pero poco podía hacer, los pollos se le habían acabado y apenas le quedaban platos calientes para llevar. Me recomendó que llamase por teléfono a la próxima, «las reservas nunca se quedan sin pollo, por muy tarde que vengan a recogerlo» me explicó. Y mientras me tendía amablemente su tarjeta, una pareja de jóvenes sonrientes entraba a recoger un pollo a nombre de Ana. ¡Qué bien olía el dichoso pollo!