La Gruta

Hombre no se va a llevar ni la mitad de una «Estrella Michelín».
De hecho el aspecto que tiene es bastante cochambroso (aunque lo intentaron arreglando la fachada). Pero son sinceros en el nombre: La Gruta, ¿qué te esperas comer en una gruta? Pues ven e inténtalo.
No parecen muy limpios, y las hamburguesas parece que se las han comido, «descomido» y de vuelta al pan. Pero es el único sitio de la zona donde te las puedes comer a las 4 de la madrugada con el hambre alborea.
Esas son sus especialidades: hamburguesas, pizzas (precocinadas), perritos calientes… Todo donde no se note la porquería que uno puede comer.
Francamente y como le digo a mi amigo Telu cuando me quiere arrastrar al horror: creo que puedo esperar a llegar a casa.
Pero él me recalca que es el único sitio donde se puede comer a las 4 de madrugada.

Actualmente la Gruta es una hamburguesería por llamarla de alguna forma… Es un bar destartalado e impersonal situado en un lugar inmejorable y de bastante paso.
La comida es ciertamente pésima; pero es de esos lugares que permanecen abiertos cuando ya casi todos los sitios donde comer se encuentran cerrados.
Pero hay una historia de la Gruta que no me gustaría que se pasara por alto. La historia se remonta a mi adolescencia.
Cuando llegaba el fin de semana comenzaba a oír el nombre de este lugar repetidamente como plan de ocio de mis amigos.
Y es que la Gruta era una especie de «pub» especializado en albergar a todos aquellos que querían tener «rollete» bajo techo.
Según me contaban había numerosos sillones y oscuridad total, de hecho había un señor con linterna que te acompañaba a donde te fueras a sentar.
Las leyendas con respecto al establecimiento eran numerosas… en resumen, la Gruta era una especie de cuarto oscuro pero al que acudías con pareja. En aquel momento jamás fui al no tener un noviete.
Años después, cuando ya no conservaba la fama de entonces ni estaba tan de moda acudí con un novio a saciar mi curiosidad. Seguía siendo un «pub» oscuro y la gente acudía a lo mismo. Pero en lugar de adolescentes y gente joven había parejas más mayores. Un lugar decadente digno de referencia «Torrentil».
Es por ello que conserva el nombre que en su día sugería lo que te ibas a encontrar en el interior aunque ahora se dedique a otro tipo de servicio.

La gruta es un sitio de batalla. Aquí hay que saber dos cosas muy importantes: a qué vienes y por qué. No esperes una exquisitez porque entonces te has equivocado de sitio y mejor que te des la vuelva en busca de algo más apropiado.
El local está ubicado en una buena zona y aunque por los alrededor hay sitios mucho mejores allí siempre tiene gente. Es algo oscuro y como tal hacer honor a su nombre. Su clientela no es la más selecta pero aquí se ha venido a comer barato y eso debería bastar. Todas aquellas personas que visitan La Gruta lo hacen por esa grasilla y toda la carne que ponen. Su calidad no es la mejor pero tampoco es tan mala como parece.
Abierto hasta bien tarde es de los pocos sitios de la zona que continúa abierto cuando vuelves de fiesta y en los que te pueden servir una hamburguesa, unas papas bravas o cualquier otra comida de fácil preparación.

La Gruta es un bar bastante conocido del centro, pero su fama, en mi opinión, es inmerecida.
La vistosidad de la fachada, recientemente remodelada, es quizás lo que mueve fundamentalmente a entrar… pero poco hay que ver más allá. Un bar como otro cualquiera, cuya atención tampoco es que vaya a pasar precisamente a la antología de la amabilidad.
Ni la calidad de sus hamburguesas, que publicitan como el servicio estrella, ni el resto de sus platos merecen la pena que nos detengamos en La Gruta, teniendo, muy cerca, otras opciones bastante preferibles a ella.