Un bar muy pequeño de tamaño prácticamente circunstancial, dividido entre una terraza muy agradable y recogida, y un interior con cuatro mesas, una barra y detrás de la misma, una exhaustiva selección de zumos y licores. El camarero es simpatiquísimo e insiste en llamar joven a todo el mundo, incluso a las personas que sería difícil argumentar que lo son. Es un bar en el que se habla mucho, y en el que todos los clientes participan de la misma conversación. Lo hacen con orden, respetando los turnos de palabra, no interrumpiendo cuando habla el otro, y sopesando todas las opiniones que se han vertido hasta entonces, antes de intervenir nuevamente. Me llamó mucho la atención que en este bar se permite hablar a los niños, e incluso sus opiniones son rebatidas y tomadas en serio. En lugar de darle un golpecito en la cabeza y decirle al chaval que vaya a jugar a pelota, se le escucha y se le tiene e consideración. Detecto rasgos de una cierta ilustración en un local que no tiene, así de entrada, aspecto de Academia, Liceo, o cualquier tipo de hogar de la filosofía.
Patricia P.
Évaluation du lieu : 5 Barcelona
El camarero de este bar(más conocido como Señor Ferrán) es el camarero más majo que me he encontrado en mi vida. Teníà la suerte o desgracia de trabajar allí al lado, y diariamente íbamos a tomar el café al Señor Ferrán, no sé qué le ponía a las cosas, pero terminamos llendo también a media mañana(a por el bocata) y a media tarde(a por el donuts). Fue la primera persona que consiguió escucharme hablar catalán, más por insistencia que por otra cosa, y además se convirtió en nuestro amigo, y entonces ya no sólo nos llamaba«jóven», como al resto de la gente, sino que nos dignó a cada uno con una personalidad única. El Ferrán era lo mejor! Lo único malo que tenía, es que el tío no te dejaba poner un pie encima de la silla, pero vamos… que se ponía loquísimo! Pero bueno, hacía unos carajillos de Baileys que lo compensaban todo!