Primero lo primero, foto de la carta. Segundo, es un bar que hacen tan bien las tapas de pescado, chipirones y tal, como hacen las croquetas y tienen el jamón. También puedes pedir medias tapas, y aunque está cerca de una gran calle, el parque y los árboles amortiguan mucho el sonido y se puede estar charlando sin tener que chillar ni preocuparse de ruidos fuertes. Lo considero bar de tapas para 3 – 4 colegas que quieren tomar una birra e incluso comer bien. Los platos son consistentes así que por persona, si no vas a «delicatessens» te sale a unos 9 – 12 € persona, lo que no está nada mal para la calidad que ofrecen. No iría para: cita romántica, comidas de negocio o empresa. Punto a favor: hay mucha gente mayor, por lo que hay calidad. Punto en contra: a veces hay colas que te hacen pasar de largo y querer seguir andando hasta el bar manolo más próximo.
Borja M.
Évaluation du lieu : 4 Barcelona, Spain
Dicen que cada barrio tiene su personalidad y se demuestra con la gente que vive en él. La Gamba no es menos y corrobora la afirmación manteniendo su sitio en medio de plaza Maragall. Jose, con un pronunciado bigote, hace que este bar de los años 70 tenga una tradición de tapas y bocadillos en un ambiente muy familiar y divertido. Podemos encontrar desde grupos de amigos de toda la vida tomando una cervecita en la barra, hasta parejas que cenan tranquilamente en mesas individuales. Las tapas que ofrecen son las típicas de bravas, queso, jamón y pescadito frito, entre otras tantas. Son muy correctas tanto en ración como en precio. Los fines de semana se presta mucho la terraza de 13 mesas exteriores para hacer un aperitivo mientras el barrio se va despertando. Recomendado si estas por la zona con amigos.
Raül R.
Évaluation du lieu : 3 Barcelona
Os seré sincero: no sé qué rollo llevan los dos bares que están puerta con puerta en la Plaça Maragall(La Gamba y Obón –leer mi comentario, gracias-), pero los dos son parecidos y diferentes. Éste tiene un plato típico, el chorizo…(que no, que es broma, es la gamba, era por si caíais: las gambas están bien pero tampoco son la octava ni la novena maravilla), y tiene un dibujo enorme que lo identifica más fácilmente. El servicio es correcto, sin grandes simpatías pero eficiente y rápido. Aparte de lo dicho, también tienen choricitos(veis como no iba desencaminado), quesos, jamones, un pulpo bastante bueno, sus cervecitas… Vamos, que está la mar de bien. Sí que es verdad que el interior, aunque grande, es bastante cutre; de bar de toda la vida. Más vale quedarse en la terracita, que es más entretenido. Si os sentáis en una mesa fronteriza con la otra terraza, podréis comparar lo que comen en el otro bar y otro día cambiar(yo lo he hecho y es divertido, aunque al final la persona con la que vas se cansa de que mires tanto hacia otro lado y te deja con la cuenta, ¡ay!). Pero ojo, como su amigo contiguo, la terraza se llena más rápido de lo que se vacían sus depósitos de cerveza –que ya es rápido– así que ya sabéis: a ir a desayunar, ¡y empalmar con el vermutillo!
Adrián C.
Évaluation du lieu : 4 Barcelona
Seguramente el bar de tapas más afamado de la zona. Antes de la reforma de la plaza Maragall ya era agradable sentarse en la terraza cualquier día antes de comer o en verano para cenar; ahora, parece que el ayuntamiento haya hecho la pacificación urbana precisamente para favorecer a este establecimiento y a su primo hermano, con el que convive puerta con puerta, el Bar Obón. Ahora ya no hay que controlar tanto a los niños, que van y vienen de los columpios sin cuidado y el quiosco, antes al otro lado de la plaza, queda literalmente a tres metros de las mesas. Nada es excepcional en las tapas de La Gamba aunque todo es perfectamente correcto: no sirven las bravas como en el Tomás, ni la tapa que le da nombre es de una calidad excepcional. No son tapas de gourmet, de esas que tan bien parecen querer explotar los cocineros de lujo y que tantas portadas de revista han abierto; no hay tapas experimentales, lo cual en realidad nos deja bastante tranquilos. Ahora, eso sí, el jamón es macanudo y el Trina raras veces viene con ese regusto rancio que pilla cuando está pasado. El Jose, con su emblanquecido bigote, y el chico de veintitantos que ahora le hace las veces de ayudante, mantienen a raya las diez o doce mesas de fuera mediante la ingeniosa ventana que une la barra directamente con el exterior y que permite a los parroquianos del interior permanecer allá durante horas sin molestar al camarero que lleva el servicio a la terraza. El servicio es efectivo, casi se diría que pasa desapercibido, gracias a una bien llevada simpatía sin gracietas. Para gracietas, la tele. El martes descansan, y dejan al Obón el monopolio de la plaza.