St. Rémy

Venía de una reunión fructífera y agradable. Me encarrilaba camino de mi casa y para mis adentros pensaba «ostris, qué palo… tengo que ir a comprar porque tengo la nevera más vacía que el buzón de piropos del Banco de España». Y entonces tuve una aparición, una Virgen vestida de rojo que me dijo: «¿y por qué no buscas algo en Unilocal y te ahorras el viaje, el cocineo y el fregoteo»?, y así lo hice. Y cerca de la zona localicé un par de restaurantes –que para más inri están en MI barrio, lo que me parece simplemente lo más -, de los que escogí el St Rémy.
Un señor de uniforme fumaba en la puerta. Un seguridad. «¡Coño!» — pensé (qué exclamación más poco pija y adecuada para la zona, ¿no?) — con segurata en la puerta y todo. La verdad es que el exterior impone, da respeto y mola. Tenían la carta medio escondida en la entrada, asomé mi morrillo, pregunté como quién no quiere la cosa «¿aquí está el menú?» a lo que el señor que fumaba me dijo «nonono, no hay menú», y yo modifiqué mi pregunta: «bueno entonces, ¿esto es la carta?». Y el señor que fumaba me dijo que sí, le pregunté si estaba muy lleno, me dijo que no, pero que en breve se llenaría (cosa que nunca pasó), me decidí, abrió la puerta y padentro.
Qué grata sorpresa fue encontrarme un local de semejantes características, un restaurante de lo más pompose con cierto french chic tapizado en rojo, con arañas de cristal de mentirijilla, sillones de tapizado blanco y lámparas doradas. Un cuadro barroco. Me hice fan.
Lástima que la comida ese día en concreto no estuviera a la altura de las expectativas. Pedí una copa de vino blanco, raviolis de calabaza con salsa de foie y una tartaleta de frutos del bosque con sorbete de moras. Mola, ¿no? bueno, pues no mola tanto si digo que lo que más sabor tenía era… el vino. La pasta estaba pasada, la salsa no tenía sabor, el sorbete era anodino… quizá fue una serie de malas elecciones por mi parte. Quizás es que todo el barroquismo se queda en la sala y no llega la cocina… quizás, quizás, quizás.

Restaurant raffiné. Très bon service et belle déco. Ça respire le luxe.
Pour un diner d’affaires ou un repas en amoureux.
Je conseille: les risottos.
Buen provecho!

Este restaurante lo asocio con el buen rollo. Siempre que he venido a cenar aquí, ha sido en compañía de amigos y hemos salido todos muy satisfechos con la comida, el servicio, el ambiente y la diversión (creada entre nosotros).
La comida es creativa, pero sin exceso, es decir, no te presentan el minimalismo puro que pretende ser original y te mata de hambre, no, nada de eso, es original, bien presentado y buena cantidad y calidad.
Disponen de salones privados para grupos pequeños y menús para éstos a partir de 30 € (IVA aparte).