Úbeda

Sitio bonito y agradable con comida buena, de alta calidad y rica (entonces se paga más) y con camareros amables.

Una vez tuve un limonero. El árbol de los gin-​tonic le llamábamos
Gracias a sus limones y a la receta de mi amiga Vicky, tenía cola de amigos en la puerta.
Y Vicky, que toda la vida ha tenido bar, pero en Valladolid, había aprendido como hacerlos en Úbeda. Y sigue aprendiendo, porque aquí no paran de innovar, de buscar y de enseñarnos cosas tan ricas, como originales
¿Bueno? Casi todo: la decoración (ideada por el propio Javier Úbeda, artista donde los haya); la calidad de la comida; el lugar (con un estupendo parking justo delante); los productos (a destacar el queso Gamonéu…que cosa, que cosa!!!)
¿Malo?. Pues que es un sitio de «plato grande-​chicha pequeña» y de pasta. Pero no la de comer. De la otra… que te dejas con una alegría, que ni te imaginas.

Un local de una elegancia arrebatadora, decorado con muchísimo gusto. La comida es de primera calidad y se deshace en la boca. Cada mordisco de aquello que hemos pedido es un recordatorio del talento del creador. El mayor problema son unos precios un poco desorbitados, que impiden una fruición larga y sostenida de las propuestas del cocinero. Las porciones son escasas de manera que esto acentúà la sensación de hambre. En Úbeda no se puede satisfacer el bolsillo y el estómago al mismo tiempo, como esas mantas que o bien nos cubren la cabeza, o bien nos cubren los pies. Yo lo he probado de todas las maneras, haciendo todo tipo de equilibrios, pero al final uno u otro se acaba resintiendo. Es un local para personas que comen como pajaritos, raciones muy pequeñas, casi anecdóticas. Aún así, la verdad es que hay pocas cosas que se puedan ir puliendo en Úbeda. Tal vez el servicio tiene margen para mejorar en cuanto a su predisposición hacia el cliente, y los gin tonics, escandalosos, soberbios, deberían ser urgentemente rebautizados con nombres más originales, porque lo de llamarlos «con amor» o“con pasión” suena ridículo y muy empalagoso.