Can Maño

Acabo de venir de cenar, por que nos ubique mos en una hora del día. Mi mesa estaba entre la cocina el baño y la basura, no había visto nada tan cutre en mi vida, en cuanto al la comida, pura fritanga, la espera, en la calle de pie.conclusion; no volveré en mi vida

Las sardinas a la plancha y el calamar plancha con los mejillones hacen las delicias de mi estómago. Cada viernes nos acercamos un grupo de amigos y con un vino de Gandesa con porrón son nuestros platos preferidos.

Great, authentic seafood restaurant. The fish was incredibly fresh (we had the grilled squid, prawns, anchovies, and eggplant) between two people. The preparation is simple, extremely tasty, and the food couldn’t be better! Just as an FYI — it’s almost all seafood with some tortilla/​chicken options but the seafood is the main draw here).

Es un lugar típico de esos de la barceloneta, pequeño, sin mucha decoración, y con buenos mariscos. Es en mi gusto demasiado mal tenido, sin embargo la comida es muy buena, solamente no le doy 4 estrellas porque mis berenjenas fritas llegaron excesivamente goteando de aceite.

Can Maño c’est un petit restaurant de poissons de la Barceloneta découvert dans le Lonely Planet.
La clientèle semblait en partie touristique mais majoritairement du coin. C’est un bon point non?
Ce qui a fini de mon convaincre de la coolitude du lieu: l’autocollant Unilocal sur la porte bien sur!
Le resto est complet? Pas grave, fait comme le local :
— Inscris toi sur la liste d’attente
— Achète une bière au comptoir
— Retourne la boire sur le trottoir en face en attendant que le patron vienne t’appeler.
Le service est rapide. Par conséquent l’attente reste raisonnable: nous avons attendu 20 mn environ alors que nous étions 8ème sur liste d’attente.
A l’intérieur ça dépote. C’est tout blindé et les serveurs vont au pas de course. Au menu: du poisson et des fruits de mer essentiellement. Un peu de viande ou de tortilla.
En tout cas ici c’est à mi chemin entre le resto et les tapas. Des assiettes peu chères, ce qui permet d’en prendre plusieurs, auxquelles on peut ajouter des accompagnements.
Les poissons étaient bons et très frais.
Pas du raffiné, c’est normal on est dans un resto de retour de pêche brut de décoffrage.
Pour moins de 20 € on a eu un repas copieux avec du poisson frais, une bonne ambiance et surtout la sensation d’avoir été un vrai habitant de la Barceloneta pendant une heure.
On a mangé un bout d’Espagne au Can Maño!

Ambience: very downscale, very local, definitely not touristy. A trumpet/​accordian/​drum jazz combo came in while we were eating fairly early on a weeknight, very loud for the small venue, very fun. I really wanted to love the joint from the moment we walked in, but…
How can my fellow Unilocalers possibly rate it at 4 or 5 stars? Service: indifferent to nonexistent. Pan con tomate: tasteless, on soggy cold bread. Special garden salad: lettuce/​chopped tuna/​hardboiled egg/​olives, undressed, uninspiring. Sardines: good sardines, but not well prepared and not well presented. Gamboni (shrimp): very fresh, best thing we ate by far. French fries: lukewarm, not remotely crisp (in a city where frying is generally fabulous). Cost: 15 Euros per person, which would be a bargain if the food were good, but I’d gladly pay more for decent food, and that’s easy to find in Barcelona. I’m sure they had other good fresh fish, but nothing about the cooking made me want to give them another chance.

Very fresh seafood. We went around 8pm and the place was packed. While the two of us got the table right away, there were about ten people waiting outside around 9 pm when we finished eating.
We had the fried white fish (couldn’t catch the name) and grilled squid. The waiter wasn’t very helpful in making recommendations («everything is good» is the standard response to me and our neighboring tables). The dishes are raciones (full portion) and ½ portions (for 75% of price). Food is more fresh and cheaper than tapas bars you see lined up around more touristy spots.
Oh beware. «The fruitas» dessert for one euro we ordered consisted of a single uncut apple lying on a plate. Strangely we were so satisfied with the rest of the food we just laughed it off.

En el corazón del barrio de la Barceloneta nos encontramos con esta joya. Maño es un restaurante familiar, dirigido por la misma familia hace muchos años.
El ambiente es de lo más variopinto… una mezcla de gente del barrio de toda la vida y muuuchos extranjeros con guía en mano dispuestos a comer todo tipo de pescado.
Los boquerones fritos, las sardinas, las tortillas y los calamares a la andaluza son los platos que mas nos gustan. EL lugar es ruidoso y no muy cómodo pero si queréis comer pescado y beber un buen vino turbio a muy buen precio este es vuestro sitio.

Ok so a local brought us here and for good reason, it’s a locals secret to the most fresh, amazing seafood we’ve ever had. They don’t speak a lick of English but have an English menu. They serve the house wine by setting a bottle on your table and you get charged for what you drink (if you don’t finish the bottle like we did both times). The whole bottle is € 4,50. The red is really good, the white is decent.
Get the gamberi (prawns), best shrimp of our lives.
Don’t ruin the local secret but don’t miss it either!

No quería ser la primera persona a darles menos de 4 – 5 estrellas, pero me decepciono con este restaurante. Es un sitio bien típico –pequeño y siempre lleno– con una mezcla de clientes locales y extranjeros, pero en mi opinión, la comida no es tan rica. Mucha fritura, poco sabor. A fin de cuentas, Can Maño no pasa de ser mediocre.

Bön et typique! Sans chichi!

Estaba lloviendo y para qué mentir: yo iba un poco –bastante– despistado. Cuando quise darme cuenta, ¡ahí estaba! Can Maño. Toda una institución en Barcelona, o al menos eso me dijeron mientras me llevaban prácticamente de la mano por las calles de la Barceloneta.
Según llegamos, había una pareja cantando rumba catalana. Con bastante arte, he de decir, que a mí me apetecía y todo ponerme a acompañar con las palmas. Lejos de ser pesados, tocaron una canción en cada salón y se fueron con la música a otra parte (nunca mejor dicho) dejando a los comensales con la idea de haber visto algo bastante folclórico, pero también con la sensación de que no es cargante en absoluto, y de que pegaba con el entorno. Así que diga SÍ a la rumba catalana en Can Maño.
Llegó el momento, justo entonces, de esperar. El sitio sigue fiel a como era cuando se abrió, y me atrevería a decir que no sea reformado (o al menos no en exceso), algo de lo que te vas a dar cuenta sobre todo si entras al baño, en el que hay que entrar prácticamente de lado. ¿Pero qué más da cuando lo que vas a comer es tan fresco y está tan bueno?
Los calamares eran como para morirse del gustirrinín. Los salmonetes, que mis compañeros parecían no terminar de ver claros, estaban más que deliciosos. La sepia estaba en su punto: ni dura ni pastosa, como para comerse varios platos. Aunque de lo que comimos varios platos fue de gambas, que por su color y tamaño más bien parecían carabineros…
Todavía salivo, a día de hoy, cuando pienso en lo deliciosísima que estaba la comida. ALUCINÉ. Cogería un AVE ahora mismo a Barcelona solo por volver a comer esta tarde en Can Maño, aunque he de reconocer que el gustirrinín de comer bien, aquel día, casi me hace perder el AVE de vuelta.
Por cierto: no vayas buscando lujos: servilletas y manteles de papel y no admite reservas. Pero en serio, ¿qué más da cuando la comida bien merecería esperar incluso más que por un iPhone 5?

La historia comienza doblando la esquina de la calle y oyendo una rumba catalana acompañada de palmas y gente, seguimos caminando buscando Can Maño y al llegar… la rumba estaba dentro: una entrada de sobresaliente. La ocasión empezaba fuerte y agradable, barrio de pescadores y bohemia, restaurante de los de mesas de formica, de los de llenazo total y cola esperando turno.
Un ventilador de los 50, un espejo grande, entrada por dos calles, una cocina que puedes ver y observar, maravillas de platos, un cuadro de luces oculto mediante una puntilla de la abuela, un servicio de sonrisa y graciejo natural, gente disfrutando de la comida, caras alegres, grandes ventanas de madera y brisilla que corre de un lado a otro.
En mi caso me tiré a por las gambas ¡madremía de lamorhermoso! ¡cómo estaban esas gambas! Tuve que repetir porque no quise que se acabaran. Más los chopitos de impresión, más unos calamares rebozados que eran superiores, indescriptiblemente buenos ¡y los salmonetes!
Una maravilla de sitio, un restaurante de barrio y familiar que sirve verdaderas delicias de pescado fresco ¡fresquísimo! Una experiencia única. Larga vida a Can Maño.

Otra joya de la Barceloneta. El restaurante Can Maño es de ese tipo de locales en vías de extinción, de esos que preservan todo su encanto y personalidad del primer día. Después de no se cuánto tiempo queriendo ir, ayer por fin tuve la oportunidad de vivir una de mis mejores experiencias culinarias de los últimos tiempos. El pescado que tienen es el más fresco que puedes probar, y hago especial mención a los calamares rebozados, a las gambas (súper rojas, fresquísimas y sabrosas), a la sepia a la plancha y a los CHIPIRONES, para los cuales simplemente no tengo palabras. Tenía al Paco Meralgo como primer restaurante en el ránking de chipirones deliciosos, y tras años en primera posición, justo ayer consiguió desbancarlo Can Maño… de verdad, brutales. Por otro lado, el local es mega antiguo, cutre –no os perdáis los ventiladores, el cuadro de la luz y las cortinitas que tiene al lado, las mesas, los manteles…- pero eso justamente es lo que hace potenciar su encanto. Al entrar ayer habían un par de chicos cantando rumbas con sus guitarras, ¡que fenómenos! y el local no admite reservas, por lo que ir con tiempo ya que suele estar siempre hasta los topes, y no es de extrañar.

Estaba paseando por la Barceloneta y me sorprendió el nombre: Can Maño. Gracioso, pensé… ¡Y entré! ¿Y que me encontré? Pues un pequeño bar/​restaurante de esos de toda la vida… Con un mobiliario de conglomerado de madera de esos que te recuerda a las mesas de la E.G.B y con un gran mural repleto de los números que dan nombre a sus platos combinados, cual si fuera una pizarra que anuncia la lección del día. Hay un total de 17 platos y yo me pedí el 15: lomo rebozado, huevo frito, patatas fritas y… ¿Y un poquito de verdura para limpiar la cosa, no? ¡Un pimiento y un trozo de berenjena también rebozada! ¡Toma ya! Después investigué y me enteré de que Can Maño es famoso por cocinar pescado fresco al mejor fresco pero… ¿Qué queréis que os diga? Yo me quedo con mi plato combinado número 15 porque, sencillamente, tenía el gusto de lo auténticamente sencillo.

La primera vez, full, la segunda, fallo eléctrico, a la tercera ¡va la vencida! Por fin conseguimos ocupar una de las conglomeradas mesas de madera del soñado lugar.
Suerte que lo teníamos claro des del principio (pescado) porque con lo que me cuesta tomar decisiones, habría tardado una vida entera para elegir entre los 10 y pico largos platos combinados.
Los camareros son auténticos, son lo más. Les agradecemos que nos pongan el turbo con el Turbio.
El pescado muy bueno, de la barca al plato.

Antes de nada: siempre esta lleno. Todo el rato. Y ¿porqué, con lo verdaderamente cutre que parece? Pues por eso mismo. Por su serrín en el suelo (o potencial serrín en el suelo), por su profundo aroma a boquerón frito de toda la vida y por su gran invocado: el vino Turbio o, como le llamamos en su casa galaica Turbiño. O Vino Turbo! O Turbowine! Ay! Y repito Ay!