Forn Torras

Barcelone, Espagne

4.8

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L'Eixample
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4 avis sur Forn Torras

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Évaluation du lieu : 5
Nueva York, Estados Unidos
He preguntado a gente del barrio y me han dicho que se le conoce como «el forn del Clìnic» o simplemente «el forn», ¡como si no hubiese «forns» en Barcelona! Creo que es una variante de negocio que rivaliza seriamente con las oficinas de La Caixa en cuanto a presencia multitudinaria en esta ciudad. Pero, ciertamente, la estirpe a la que pertenece este establecimiento está en serio peligro de extinción.
Un auténtico viaje al pasado es cruzar la puerta de esta panadería sin nombre, un flashback de una película de Saura: la señora que lo atiende, la caja registradora, las vitrinas y los cestos de pan… Incluso el olor es de otra época.
No es extraño que si vas a última hora te quedes sin pan y esto es muy buena señal: aquí no encontrarás las dichosas baguettes congeladas que te venden como frescas a cualquier hora del día, cualquier día de la semana. Saben la cantidad de pan que venden y así lo producen, de manera artesana y tradicional, ya lo deja bien claro un letrero fuera. Son espectaculares los dulces que fabrican, especialmente las palmeritas de hojaldre al peso y ese baremo de la bollería que se llama croissant. Es sencillamente de verdad, como los que comíamos de pequeños, rellenos de miga (no por eso chorreando mantequilla) y no de aire. Advierto de que hacen muy pocos y, por ejemplo, para merendar casi nunca les quedan de chocolate.
Évaluation du lieu : 4
Barcelona
Gran panadería minúscula.
Llámala Panaderia Torras o Forn Torras o Forn de Pa, pero el resultado es el mismo.
Cuanto más ajetreado o sofisticado es el barrio, más me gusta encontrar una panadería así: pequeña, antigua, como salida de otro tiempo o aparecida allí de golpe como una seta. Parece que en cualquier momento te vayan a pedir la cartilla de racionamiento.
Pero no, aquí no tienen pan negro, tienen un pan (de payés, es el que pedí) buenísimo; un pan venido de otra época para alimentarte a ti, y sólo a ti. Tenían también varias pastas, las habituales. Y todo tenía un toque tradicional, sin que supieras muy bien porqué. La mujer que atendía era, a su vez, de una amabilidad a la antigua, como en los buenos tiempos cuando la gente era amable porque sí.
Maravillosamente atemporal, para volver en cualquier momento y que esté todo como lo viste por última vez.
Évaluation du lieu : 5
Barcelona
No me puedo resistir a una panadería de la cual lo primero que veo es una pizarra en un escaparate pequeño que reza: «Pan artesano desde 1920». Doy dos pasos hacia atrás para verla entera y compruebo que parece todo lo añeja que debería parecer. Añeja y obrera. Dos pequeños escaparates le hacen de orejas a la puerta con cristal. Todo el conjunto de una madera irreconocible bajo capas y capas de pintura color crema.
Entro, ¡venga a la aventura, voy tan a tope que a saber qué me encuentro! Pues me encuentro con un mostrador de mármol desgastado, detrás un señor vestido con camiseta blanca, delantal blanco y pantalones de lona blancos (todo el mundo sabe que ese es el uniforme tácito de un panadero), y tras el señor unos cestos de mimbre vacíos.
Vacíos del todo, no. Que hay dos panecillos de viena. Para mí.
Évaluation du lieu : 5
Barcelona
En serio, no tiene nombre. Simplemente, ‘Forn de pa’. Y es que supongo que no necesitan decir mucho más. Porque sólo venden pan, pan de verdad, del bueno, del que te puede aguantar más de un día sin que se convierta en chicle. Del que comerías a todas horas. Pan con cereales, con nueces, integral, el que sea, pero todos buenos.
Y, a partir de aquí, no han evolucionado mucho más. No han puesto cafetería, no han puesto un cartel luminoso en la fachada. No han cambiado la balanza y sigue sin ser digital. Y es que no lo necesitan, lo tienen todo, un buen producto y una buena elaboración.