Masip

A un lado, por el paseo Maragall, es churrería; al otro, por Pare Marià Claret es un bar de desayunos. Diría que están conectados, como dicen las malas lenguas que lo están los edificios de Pepsico y de Coca-​Cola, y me juego el cuello a que los dueños son familia. Por si acaso, hasta futura comprobación, mejor será centrarse en el bar y decir que está en un buen local, justo en el cruce de las dos anchas calles antes citadas, desde el que se avista a los ancianos salir del ambulatorio y a los coches de la gasolinera. Por simple disposición geográfica, privilegiada, el Masip atrae a las gentes y los recibe con un amplio salón con doce o quince mesas, una televisión sintonizada en cualquier canal y la selección más cuidada de prensa de todos los bares de la zona. Por todo ello, por su trajín y sus ventanas abiertas al barrio y a la actualidad, parece más una redacción de periódico que un bar.
El matrimonio que lo regenta también podría salir de Primera Plana, con el marido en la cocina que le da un aire a Walter Matthau y una señora de aire antiguo que sirve los cruasanes con la mirada perdida, como si estuviera en Nueva York. Y quizá por su aureola lejana, se encuentran allí algunos de los clientes más excéntricos de la zona; pasados truculentos, profesiones exóticas: la imaginación da para mucho y el Masip sin duda las potencia.