Frutti Pop

Algo que siempre he tenido que reconocerles a mis amigos y amigas gays es que saben pasárselo bien y conocen un montón de sitios pintorescos.
Y para muestra: el Frutti Pop.
La primera vez que voy, hay una especie de fiesta tropical-​subacuática. El DJ va vestido de buceador y sólo se aparta del portátil para bailar y hacer demostraciones de natación sobre una cámara frigorífica. Un relaciones públicas está sentado en la barra, ataviado con su mejor peluca rubia y su cola de sirena más relciente, repartiendo una especie de pulseras hawaiianas. El ambiente es muy (aunque no exclusivamente) gayer; las copas están muy cargadas (joder, y son baratas); y la música son todo temas de los 90 que no he oído en al menos 15 años, tan pegajosos como un sugus de piña recién mordido.
Con un bautismo así, es imposible no querer volver.
De día también se puede ir a picar algo y a tomar un café; pero eso es un rollo.