El bar donde se reúnen los culés, de camino al estadio, para comentar las alineaciones antes del partido, la clasificación antes de la jornada, y allí donde comparten las preocupaciones por la velocidad de los delanteros rivales, las bajas que tenemos en defensa y las posibilidades de no sacar adelante el partido. Siendo como es una afición derrotista que siempre encuentra motivos para no verlo claro, los culés necesitan exteriorizar sus temores –mucho más que sus alegrías– con sus consocios, y especular sobre lo que puede o no pasar. Siempre hay el que suelta bravuconadas y pronostica goleadas, pero por lo general, en las predicciones, reina la prudencia, y un temor reverencial al destino, que en el pasado ha jugado demasiadas malas pasadas. En su vertiente futbolera el bar se transforma más bien en un dispensador de cervezas, que los aficionados se beben en la calle, pero en su faceta más cotidiana se trata de un lugar la mar de normal, de café con leche y una pastita, preferiblemente de mañana, una sala limpia y un punto aséptica en la que desayunar mientras se repasa la prensa del día.