Las mesas exteriores del Taia están colocadas debajo del porche de un edificio horroroso, versión urbana e industrial de la calle con los arcos en un pueblo de casitas blancas en la costa. Los barquitos de vela, el olor a mar y el graznido de las gaviotas son sustituidos, aquí, por el ruido de los taladros, el olor a asfalto, las grúas y las palomas. Terrazas como la del Taia te hacen reflexionar sobre el sentido de las terrazas y si no se produce un abuso de ellas en la ciudad, ubicadas como están, en los lugares más peregrinos y ruidosos. Aquí debo reconocer que, a pesar de que la apariencia no es la más idílica, la cosa tiene su sentido, estando como está el bar en una calle peatonal, adyacente a una plaza dedicada al recreo del vecindario, con un flujo de coches prácticamente inexistente. El interior del bar está decorado de una forma estridente, tratando de imitar, según creo, el estilo que utilizaban los americanos en los años cincuenta para decorar los bares en los que servían batidos, con los sillones acolchados de colores pastel, y los iconos propios de la cultura pop en la pared. Se percibe en esta maniobra un cierto engaño, un proceso de maquillaje que no ha terminado de surtir efecto, y es que uno ve, bajo la aparente estilización, que aquel recinto, es, en esencia, un bar cutre y sucio, de servilleta en el suelo y cubata a las tres de la tarde. Lamentablemente el local se ha adecentado para el gusto y el consumo de las personas de bien, pero conserva en su interior, y no es muy difícil verlo, una personalidad más crápula y libertina –dicho con todo el cariño, y en el mejor sentido-, que espero que algún día salga a flote.
Tulirr
Évaluation du lieu : 2 Barcelona
Simplemente un lugar para tomar unas cervezas. La carta? muy mala y la atencion bastante parecida a la carta.